Sin embargo, el Señor le empujó a una vivencia profunda de la Fe. La ocasión se presentó cuando muere la emperatriz Isabel. Al ver el cadáver de la reina desfigurado por el efecto natural de la muerte, Francisco impresionado exclama: “No volveré a servir a señores que se puedan morir”. Así se entrega a una vida más inclinada hacia Dios, hasta que en 1546, cuando fallece su esposa, ingresa en la Compañía de Jesús, fundada por el también español, Ignacio de Loyola. Así se puso en las manos de Dios y en su voluntad, ya que cuando su mujer enfermó pidió su curación, pero el Señor le hizo ver cómo el plan divino iba por el camino de llevarse a su esposa al Cielo y empujarle a él a la vida religiosa como así hizo. Dentro de los jesuitas, es nombrado superior general, gobernando la Compañía con gran sabiduría y sencillez, e impulsando la expansión misionera de la iglesia. Muere en Roma en 1572, siendo canonizado un siglo después, el año 1671. Iconografía: San Francisco de Borja se representa con el hábito jesuita y un crucifijo, o con la casulla y la visión del Santísimo Sacramento. Otros Santos: Cayo, Romana y Fausto.