Desde la guerra en el este de Ucrania, con la directa implicación de Rusia, hasta el yihadismo que desborda las fronteras del Cercano Oriente, parece avanzar una amenazadora globalización de la tensión. A este panorama hay que añadir el inesperado choque diplomático entre Israel y Estados Unidos a costa de las negociaciones de Occidente y Rusia con Irán, a propósito de su programa nuclear. Israel teme que el régimen de los ayatolás pueda fabricar armas nucleares, al amparo de la ayuda que pueda prestar a su aliado y vecino Irak, en la lucha contra el Estado Islámico. El Estado hebreo fue amenazado hace años por Irán de desaparecer del mapa. Pero si el avance de las negociaciones con Irán es considerado por Occidente como un prometedor signo de distensión internacional, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en plena campaña electoral, lo interpreta como un riesgo para su supervivencia. Por eso ha advertido a Barack Obama de que está jugando con fuego. Volvemos una vez más al meollo del conflicto del Cercano Oriente, en el que hace falta coordinar las garantías de seguridad exigidas por Israel con el reconocimiento de un Estado Palestino viable. Hasta ahora nadie ha podido desatar este nudo gordiano que afecta a la seguridad mundial.