El ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, ha confesado lo que hasta el momento había negado en repetidas ocasiones: que él y su familia han mantenido millones de euros en diversos paraísos fiscales, sin que, en palabras del propio ex Presidente, en 34 años hubiera encontrado el momento adecuado para regularizar su situación.Los hechos son preocupantes. Los conocemos en un momento en el que la clase política está falta de credibilidad. Especialmente en Cataluña donde parece que cierto grupo de políticos confundían lo que tenía que haber sido un servicio al bien común con la financiación irregular y el beneficio personal. Artur Mas no puede decir que se trata de un asunto familiar, porque si algo caracterizó al mandato de Pujol fue la confusión de lo público y lo privado. Como ha asegurado el nuevo coordinador de Convergencia, Pujol tiene que dar explicaciones ante la justicia y ante su partido. Siempre resultó  ridículo  intentar convertir cualquier denuncia a las actuaciones irregulares de los  políticos catalanes en un “ataque a la nación”. Se trata de hacer cumplir el Derecho, ni más ni menos.  La confesión de Pujol no puede ser el punto final de nada, sino el principio de una imprescindible y urgente regeneración moral de la vida política, donde por el bien de los catalanes y del resto de los españoles, se debe ir hasta el final con todas las consecuencias.