En el tradicional Mensaje Urbi et Orbi, el Papa Francisco ha querido que el gozoso anuncio de la Navidad recorra toda la tierra y llegue a todos los pueblos, especialmente a los golpeados por la guerra y los conflictos violentos, y que sienten fuertemente el deseo de paz. El Papa ha pedido paz para la martirizada Siria, donde demasiada sangre ya ha sido derramada. Es hora de que las armas callen definitivamente y la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una solución negociable y se restablezca la convivencia civil en el país. Paz también para Tierra Santa, para la que el Papa ha hecho un llamamiento expreso a israelíes y palestinos, una invitación a escribir con valentía una nueva página de la historia, en la que el odio y la venganza cedan el lugar a la voluntad de construir conjuntamente un futuro de recíproca comprensión y armonía. Y paz al fin a tantos otros lugares y personas que sufren la violencia en sus múltiples formas. Paz, sobre todo, a los hombres de buena voluntad, que tanto trabajan en lo escondido para que la paz sea posible. En su espejo debemos mirarnos y comprender que solo con paz es posible un futuro más próspero para todos.