De poco sirve tener la razón, si no se sabe explicar. Ésta es la gran autocrítica que hace la Iglesia en el documento de trabajo para el próximo Sínodo sobre la familia. Desde los episcopados de todo el mundo se advierte la necesidad de sacerdotes y laicos mejor formados en materia de familia y de sexualidad, y sobre todo, que ofrezcan testimonios de vida coherentes y atractivos sobre la doctrina católica. El relativismo moral en Occidente o prácticas como la poligamia en África hacen que muchos vean las propuestas de la Iglesia como utópicas e irrealizables, cuando no enemigas de la libertad y la felicidad del hombre. En cambio, allí «donde los fieles hacen un auténtico camino de fe», constata el documento, la enseñanza de la Iglesia es comprendida en toda su «genuina belleza», y es «aceptada con entusiasmo».Son propuestas que buscan la felicidad del hombre, no reprimirle, frente a las imágenes caricaturizadas que algunos se empeñan en presentar, ignorando, por cierto, que cuanto más se aleja una sociedad de estas propuestas, más sufrimiento y soledad se genera. Pero también a estas situaciones difíciles debe aprender a acercarse mejor la Iglesia, según constata el documento. No se trata de alterar la doctrina, sino de esforzarse más por acompañar como una madre a estos hijos que atraviesan situaciones a veces extremadamente difíciles y dolorosas.