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GUERRA CIVIL (Previsión)

Estudio revela la trascendencia de los intérpretes en la Guerra Civil

George Orwell contaba que a su empeño de aprender español debió salvarle la vida a varios milicianos a los que gritó "¡atrás!" cuando se metían en una emboscada, y ahora, más de ochenta años después, un estudio aborda la trascendente, estratégica y vital labor de los intérpretes en la Guerra Civil.,"Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la Guerra Civil española" es el estudio de Jesús Baigorri Jalón que ha publicado la granadina editorial Comares en

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:38

Alfredo Valenzuela

George Orwell contaba que a su empeño de aprender español debió salvarle la vida a varios milicianos a los que gritó "¡atrás!" cuando se metían en una emboscada, y ahora, más de ochenta años después, un estudio aborda la trascendente, estratégica y vital labor de los intérpretes en la Guerra Civil.

"Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la Guerra Civil española" es el estudio de Jesús Baigorri Jalón que ha publicado la granadina editorial Comares en su colección de Historia Contemporánea, dirigida por el profesor de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco.

Profesor de Interpretación e intérprete profesional --trabajó como tal en la sede de Naciones Unidas en Nueva York--, Baigorri Jalón, como historiador, ha acometido la "rara proeza" de efectuar una investigación sobre un aspecto inexplorado de la Guerra Civil, como destaca el historiador Enrique Moradiellos en la introducción de este estudio, al recordar que sobre la Guerra Civil se han superado los 50.000 títulos publicados.

Moradiellos destaca igualmente el valor y la originalidad de esta investigación sobre "un colectivo humano que se convirtió en pieza clave de un conflicto en el que participaron mandos militares y soldados rasos de no menos de un centenar de países con sus propias lenguas específicas y nulo dominio del español".

El estudio analiza la labor de algo más de un millar de intérpretes y traductores extranjeros y locales que actuaron en España durante los tres años de guerra, y traza su perfil: En su mayoría fueron jóvenes, principalmente hombres, ya que sólo los soviéticos tuvieron una representación femenina destacada --aproximadamente la mitad de sus intérpretes--.

La mayoría de ellos también poseyó cierto nivel educativo aunque en el bando republicano hubo muchos procedentes de la clase obrera.

Algunos acabaron siendo intérpretes de forma accidental o fortuita, de modo que sólo el contingente de asesores soviético y la Legión Cóndor alemana dispusieron de auténticos servicios de interpretación profesionalizados: 650 intérpretes alemanes y 204 intérpretes rusos, todos ellos encuadrados en unidades militares y la práctica totalidad uniformados.

El estudio se detiene en el caso de las Brigadas Internacionales, en las que el problema de entenderse en decenas de idiomas obligó a "soluciones improvisadas" que acabaron convirtiendo en intérpretes a hombres cuya experiencia vital los forjó como políglotas, como fue el caso de judíos que dominaban dos o más lenguas por su diáspora familiar, o centroeuropeos que vivieron desde su nacimiento en regiones con más de una lengua, como el caso de los balcánicos.

Aunque, según el estudio, fueron "personajes marginales en el conflicto bélico", todos ellos cumplían una función estratégica vital y crucial porque permitían comunicarse y entenderse a mandos, soldados, políticos y civiles, obligados a comunicarse para combatir, para procurarse la victoria o eludir la derrota, incluso para sobrevivir.

Por ese motivo, Baigorri Jalón concluye que el conocimiento de idiomas "también fue un arma para la guerra", lo que no le impide revisar igualmente el lado más humano de este colectivo, de ahí que su estudio aspire a ser una "biografía colectiva del grupo de intérpretes que participaron en la guerra civil española".

En ese lado más humano del transcurrir del conflicto se encuentran las dificultades cotidianas, como refleja el testimonio de un brigadista que recordaba cómo traducir una arenga de veinte minutos llevaba más de una hora, o cómo en las trincheras se acuñó una especie de "espagnanto", o cómo casi todos los extranjeros acabaron dominando un vocabulario de supervivencia que incluía voces como "fuego", "alto el fuego", "avión" y "socorro".

Los préstamos idiomáticos fueron bidireccionales, como demuestra la anécdota de que los aviones soviéticos se denominaran popularmente "moscas" no porque zumbaran o porque su vuelo recordara al que es peculiar de esos insectos, sino porque los embalajes en los que llegaron llevaban caracteres cirílicos en los que podía leerse "MOSKVA".

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