Era de esperar que la insistencia del Papa Francisco en la dimensión social de la Fe impregnara la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. La fe cristiana es una respuesta personal pero sólo se puede vivir dentro de una comunidad edificada en torno a Cristo y cuya seña de identidad es la Caridad. Esta vida de fe tiene necesariamente repercusiones históricas porque el cristianismo no es indiferente a la suerte que corren los seres humanos, especialmente los más pobres, débiles y desvalidos. Por la propia naturaleza de la fe, la Iglesia esté llamada a contribuir a la construcción de un mundo mejor. Esta tarea es concreta y pasa por la determinación de condiciones justas en la distribución de los ingresos, por cuidar a los más frágiles y menos favorecidos, desde los niños no nacidos a las mujeres que padecen explotación, por incluir a los pobres en las estructuras sociales y políticas, y por reformar el mundo de las finanzas al servicio del trabajo. Nada de todo esto será posible sin una comunidad católica firmemente arraigada en el Evangelio y capaz de evidenciar en el mundo, sin huir de él, que su opción es por los últimos, por aquellos a los que la sociedad descarta y desecha. Esa es la forma y el camino por el que la Iglesia contribuye pacientemente a la edificación de la paz social, asumiendo los límites de toda obra humana, sabiendo que cualquier construcción será siempre aproximada y necesitada de corrección desde el Evangelio.