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Críticas de los estrenos de cine del 21 de junio

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “El Hombre de Acero”, “Monstruos University”, “Hannah Arendt”, “Mi encuentro con Morilou”, “Después de mayo”, “La lapidation de Saint Étienne” y “Laurence Anyways”.

El hombre de acero

El hombre de acero

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Tiempo de lectura: 12'Actualizado 27 may 2017

EL HOMBRE DE ACERO (Man of Steel) **** (7,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Zack Snyder. Intérpretes: Henry Cavill, Russell Crowe, Amy Adams, Diane Lane, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Michael Shannon, Antje Traue, Christopher Meloni, Harry Lennix, Ayelet Zurer, Richard Schiff, Jadin Gould. Guion: David S. Goyer; basado en los personajes creados por Joe Shuster y Jerry Siegel. EE.UU. 2013. Fantasía. 142 min. Jóvenes.

Creado en 1938 —hace 75 años— por el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster, para las tiras de DC-National —hoy DC Comics—, Superman gozó muy pronto de popularidad universal. De 1941 son los 17 cortometrajes de animación que sobre el personaje realizaron los hermanos Max y Dave Fleischer. Y, desde entonces, Superman ha protagonizado siete largometrajes, numerosas series de televisión y 35 producciones para el DVD. El primer largo para el cine fue “Superman and the Mole-Men”, de 1951, dirigido por Lee Sholem y protagonizado por George Reeves. Después vino el popular “Superman: The Movie”, rodado en 1978 por Richard Donner, con el fallecido Christopher Reeve como El Hombre de Acero, y con Marlon Brando en la piel de su padre, Jor-El. A este filme siguieron dos secuelas de menor calidad, hasta que Bryan Singer (“Sospechosos habituales”, “X-Men 1 y 2”) resucitó al personaje en 2006 para Warner en la discutida “Superman Returns”, que no gozó de las buenas críticas ni de la taquilla esperadas, aunque aportaba una perspectiva sugerente, que subrayaba los aspectos dramáticos y místicos del veterano superhéroe.

Ese fracaso relativo —“Superman Returns” recaudó casi 400 millones de dólares en todo el mundo— ha llevado a la Warner a reiniciar una nueva saga de películas con un equipo técnico y artístico distinto, también con un enfoque realista y serio del personaje, pero con un mayor espacio para el espectáculo epatante. La veracidad y la hondura las intentan poner el productor Christopher Nolan y el guionista David S. Goyer —responsables de la exitosa nueva saga sobre Batman, iniciada con “El Caballero Oscuro”—, mientras que los fuegos de artificio corren a cargo de Zack Snyder, que ya ha adaptado a la gran pantalla los cómics “300” y “Watchmen”. Por el momento, “El Hombre de Acero” ha entrado bastante bien entre el público y, en una semana de exhibición, lleva recaudados más de 225 millones de dólares en los pocos países donde se ha estrenado.

La acción se inicia en un planeta Krypton convulso y agonizante, donde el matrimonio formado por el prestigioso científico Jor-El (Russell Crowe) y la valiente Lara Lor-Van (Ayelet Zurer) desafían a la ley que controla la generación artificial de hijos, y tienen de modo natural a un niño, Kal-El, al que logran enviar al planeta Tierra durante la rebelión del cruel general Zod (Michael Shannon) y poco antes del colapso definitivo de Krypton. Ya en la Tierra, el bebé es adoptado por un matrimonio de granjeros, Jonathan Kent (Kevin Costner) y su esposa Martha (Diane Lane), que ponen al chaval el nombre de Clark Kent y lo crían lo mejor que pueden.

Aconsejado por su padre adoptivo —que teme el miedo de la población a lo que no entiende—, Clark Kent crece ocultando sus impresionantes superpoderes, que sólo muestra para salvar vidas en casos de extrema necesidad. Ya mayor, Clark Kent (Henry Cavill) recorre el mundo en busca de pistas sobre sus orígenes. Así conocerá, en una base militar secreta del Ártico, a la aguerrida periodista del “Daily Planet” Lois Lane (Amy Adams), a la que su jefe, Perry White (Laurence Fishburne), prohíbe publicar nada sobre el atractivo Superman, como ella le llama. Pero muy pronto, el Hombre de Acero deberá salir a la luz pública, cuando el malvado general Zor llega con sus astronaves alienígenas y amenaza con un genocidio de la especie humana si no le entregan a Kal-El que, según dice, guarda con él el secreto de la regeneración de los kryptonitas.

Ciertamente, “El Hombre de Acero” no depara demasiadas sorpresas ni novedades sustanciales. Y es verdad que su segunda mitad es mucho menos redonda que la primera y que, en ella, Snyder abusa hasta el hartazgo de las destrucciones aparatosas y algo confusas. Pero también es cierto que El Hombre de Acero ofrece el mejor reparto de todas las películas sobre Superman, con un Henry Cavill sobrio pero muy expresivo, y un elenco de secundarios difícilmente superable. Además, los efectos visuales y sonoros son espléndidos, tanto en la sugestiva ambientación retrofuturista del arranque como en las más convencionales peleas del final. Por otra parte, la magnífica banda sonora de Hans Zimmer por lo menos iguala la que compuso John Williams para el filme de Richard Donner. Y, sobre todo, tienen entidad dramática, moral y emocional todos los dilemas de los personajes, relacionadas con la misión de cada uno de ellos en orden al bien común, su responsabilidad personal ante ella, y los sacrificios, a menudo heroicos, que exige su cumplimiento. Hasta funcionan bastante bien varios pasajes místico-religiosos, en los que Snyder establece paralelismos entre Superman y Jesucristo, sobre todo en la jugosa conversación del superhéroe con un sacerdote católico.

O sea, que a pesar de sus defectos y excesos —sobre todo de estos últimos—, “El Hombre de Acero” es una película notable, bastante profunda, muy entretenida y sutil en sus contados golpes de humor, que da continuidad a la mejor línea de renovación del cine de superhéroes, tan fructífera en la última década. J. J. M.



MONSTRUOS UNIVERSITY (Monsters University) **** (7,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Dan Scanlon. Doblaje original: Steve Buscemi, John Goodman, Jennifer Tilly, John Ratzenberger, Billy Crystal, Frank Oz. Guion: Basado en los personajes creados por Pete Docter y Andrew Stanton. EE.UU. 2013. Comedia. 110 min. Todos.

Nacido en Michigan en 1976, Dan Scanlon se licenció en Arte y Diseño en la Universidad de Columbus. Se inició en la animación en 2000, como dibujante de storyboards en largometrajes menores, como “Joseph: Rey de los sueños”, “La sirenita 2: Regreso al mar” o “101 Dálmatas 2”. Al año siguiente, ingresó en Pixar, donde trabajó en los storyboards de “Cars” y “Toy Story 3”, escribió y dirigió con John Lasseter el corto “Mate y la luz fantasma” —incluido en el DVD de “Cars 2”— y echó una mano en “Indomable”. Y, mientras tanto, en 2009 escribió, dirigió, produjo, montó e interpretó por su cuenta el falso documental “Tracy”. Ahora, Scanlon debuta como director en solitario en “Monstruos University”, una divertida precuela de “Monstruos S.A.”, en la que Pixar confirma la altísima calidad de su animación, pero también su cierta crisis creativa, sobre todo de carencia de ideas originales.

La película desvela que el ojo con patas Mike Wazowski (Billy Crystal / José Mota) y el peludo gigante James P. Sullivan (John Goodman / Santiago Segura) no fueron siempre amigos inseparables. Desde su más tierna infancia, el estudioso Mike soñaba con convertirse en un Asustador de Niños, de modo que hizo todo lo necesario para entrar en el más prestigioso centro de enseñanza de esa materia: la Monstruos University (MU). Pero allí tiene que sufrir las crueles burlas de los alumnos más chulos, entre ellos del popular y vago James P. Sullivan, “Sulley”, que procede de un antiguo linaje de grandes asustadores. Por culpa de su desenfrenado espíritu competitivo, ambos son expulsados del prestigioso Programa de Sustos de la Universidad, dirigido con mano de hierro por la espeluznante Decana Hardscrabble (Helen Mirren). Sólo podrán reintegrarse si ganan los demenciales y alocados Sustijuegos. Pero, para ello, deberán trabajar juntos con la única fraternidad que los acoge, los Oozma Kappa, compuesta por los monstruos más frikis y marginados del campus.

Técnicamente magnífica, narrativamente agilísima y con varias secuencias muy espectaculares, “Monstruos University” resulta muy entretenida, desarrolla con vigor un par de subtramas de intriga e incluye algún que otro momento emotivo en su decidida exaltación de la amistad, el compañerismo, el esfuerzo personal, el trabajo en equipo y las principales virtudes básicas. Sin embargo, el guion se ciñe demasiado a la fórmula habitual de la comedia universitaria gamberra —aunque sin sus habituales zafiedades—, no sorprende casi nunca —“ni por fuera ni por dentro”, que diría Fito— y a ratos se acerca demasiado a la sucesión acumulativa de gags, característica de la mayoría de las producciones animadas de DreamWorks y del binomio Blue Sky-Fox. Una falta de ambiciones que acrecienta la inquietud de los buenos aficionados a la animación, siempre ansiosos de obras maestras, como “Los Increíbles”, “Ratatouille” o “Toy Story 3”. J. J. M.




HANNAH ARENDT **** (8)

FICHA TÉCNICA.- Directora: Margarethe von Trotta. Intérpretes: Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch, Ultich Noethen, Michael Degen, Nicholas Woodeson, Victoria Trauttmansdorff, Klaus Pohl, Harvey Friedman. Guion: Margarethe von Trotta y Pamela Katz. Alemania. 2012. Drama. 113 min. Jóvenes.

Adolf Eichmann fue el nazi encargado de coordinar el transporte de los judíos a los campos de concentración. Al finalizar la guerra huyó a Argentina, donde llevó una vida normal durante quince años ocultando su verdadera identidad. En 1961, tras su secuestro y traslado ilegal a Israel, se inició en Jerusalén el juicio a Eichmann, acusado de genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial y de crímenes contra la humanidad. En 1999, ya se afrontó cinematográficamente este tema en un largo documental francés dirigido por Eyal Sivan, titulado “El especialista. Retrato de un asesino moderno”. Por otra parte, años después, la película de ficción “Eichmann”, de Robert Young (2007), contaba todo esto desde la perspectiva del acusado.

La cuestión es que el juicio tuvo un importante eco internacional, y fue objeto de intensas polémicas. Por ello, medios de todo el mundo quisieron enviar corresponsales. “The New Yorker” envió, a petición de ella, a Hannah Arendt, una conocida filósofa judía alemana en el exilio, discípula —y algo más— de Martin Heidegger, y afincada en Estados Unidos desde 1941.

La película “Hannah Arendt” arranca en ese preciso momento, y nos cuenta las reacciones que se produjeron entre los judíos cuando “The New Yorker” comenzó a publicar sus artículos, recopilados finalmente en un libro, editado en 1963 en Nueva York con el título de “Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal”. En esos artículos, Arendt definía a Eichmann como un burócrata, que obedecía automáticamente las órdenes de sus superiores sin cuestionarse nada, sin que su humanidad ni si conciencia se pusieran en juego. A esa situación indolente, que los filósofos antitotalitarios del movimiento “Carta 77” llamarían posteriormente “escatología de la impersonalidad”, Arendt la denominó “la banalidad del mal”. Esta reflexión fue criticada por pensadores judíos, pero lo que realmente la enemistó con gran parte de la comunidad judía, y con sus colegas hebreos de la Universidad, fueron los párrafos que dedicó a los conocidos Consejos Judíos, a los que acusó de cierto colaboracionismo con el Tercer Reich. Intentaron echarle de la Universidad, y gran parte de sus amigos le retiraron el saludo. Especialmente doloroso para Arendt fue su ruptura con Hans Jonas (Ulrich Noethen), amigo del alma que se negó a volver a hablarle. Él la acusó de antisionista, y como tantos viejos amigos, decidieron que Hannah no estaba involucrada en el destino de su pueblo. Ella se sintió incomprendida, sola e injustamente tratada. Este revés en la vida de Hannah es precisamente de lo que trata el filme.

Es realmente admirable que alguien se atreva a hacer una película como ésta, y que además lo consiga desde el punto de vista financiero. Llevar a la pantalla un episodio de la vida de una filósofa, cuyo trabajo fue eminentemente intelectual, y conseguir un entretenido resultado, tiene indudable mérito. La responsable es una veterana de cine alemán, Margarethe von Trotta, cuyo anterior largometraje, “Visión”, estaba también dedicado a una singular mujer: la religiosa mística Hildegarda de Bingen.

Volviendo a “Hanna Arendt”, la cineasta consigue, desde la ficción, introducirnos en el sufrimiento de Arendt, en su coherencia moral, en sus conflictos íntimos, en su carácter audaz. Por supuesto, que esto no hubiera sido posible sin la magistral interpretación de la actriz alemana Barbara Sukowa, que hizo de Hildegarda von Bingen en la antedicha “Visión”. En realidad, toda la película pivota sobre ella, ya que la puesta en escena es muy clásica, incluso académica. Pero el mayor interés está en las discusiones que plantea, en los discursos de Arendt y sus diatribas. Por ello, el público de esta cinta requiere unos mínimos de formación que le permitan navegar sin naufragar por esta pequeña historia. Alrededor de ella circulan personajes de cierto interés, como las amigas de Arendt: la famosa novelista Mary McCarthy (Janet McTeer) o la posterior administradora de su obra, Lotte Köhler (Julia Jentsch). Pero, sobre todo, destaca su segundo marido, Heinrich Blücher (Axel Milberg), personaje fundamental para humanizar a la protagonista. En cambio, Heidegger (Klaus Pohl), en los flashbacks que recuerdan el pasado de nuestra filósofa, está dibujado más toscamente, rayando quizá la caricatura.

En definitiva, una película muy instructiva e interesante, que debieran ver no sólo los amantes de la historia, sino los estudiantes de Filosofía, Derecho y Ciencias Políticas. J. O.(“Alfa y Omega”).



MI ENCUENTRO CON MARILOU (Bienvenue parmi nous) *** (7)

FICHA TÉCNICA.- Director: Jean Becker. Intérpretes: Patrick Chesnais, Jeanne Lambert, Miou-Miou, Jacques Weber, Xavier Gallais. Guion: Jean Becker y François D’Epenoux, con la colaboración de Marie Sabine Roger; basado en la novela de Eric Holder. Francia. 2012. Drama. 90 min. Jóvenes.

Hijo del cineasta francés Jacques Becker —director de clásicos como “París, bajos fondos” o “La evasión”—, Jean Becker debutó en los años 60 del siglo pasado dirigiendo a Jean-Paul Belmondo en películas como “Un tal La Rocca”, “A escape libre” o “Dulce gamberro”. Durante los años 70 y 80 sólo rodó la notable “Verano asesino” (1983). Resurgió en 1995 con el drama “Elisa”. Y, finalmente, dio la campanada en 1998 con “La fortuna de vivir”, sensacional comedia rural a lo Jean Renoir, que triunfó en todo el mundo. Desde entonces, no ha abandonado el campo francés, donde desarrolló la hilarante comedia negra “Un crimen en el paraíso” (2000), las deliciosas comedias dramáticas en torno a la amistad “Conversaciones con mi jardinero” (2006) y “Mis conversaciones con Margueritte” (2010), y el inquietante pero lúcido drama existencial “Dejad de quererme” (2008). Ahora, mezcla elementos de todas ellas en “Mi encuentro con Marilou”, adaptación de la novela “Bienvenue parmi nous”, de su compatriota Eric Holder.

Taillandier (Patrick Chesnais) es un famoso pintor sexagenario, felizmente casado con Alice (Miou-Miou), padre de dos hijos y abuelo de varios nietos. A pesar de su éxito, la depresión se apodera de él, y decide dejar de pintar. Incluso, huye de casa sin dar explicaciones a su familia, con la intención inmediata de suicidarse. Finalmente, viaja sin rumbo, hasta que sus perdidos pasos se cruzan con los de Marilou (Jeanne Lambert), una adolescente de quince años, cuya patética madre (Sally Micaleff) la ha echado de casa ante la presión de su actual pareja, un hombre brutal (Boris Rehlinger). Así que estas dos almas en pena acaban viviendo juntas, como padre e hija, en la paz y tranquilidad de una casa alquilada, al pie de una solitaria playa de Normandía. Pero la dura realidad vuelve a hacer acto de presencia.

Nítida en su recreación visual de sentimientos y muy grata en su sencilla cotidianidad, la fresca puesta en escena naturalista de Becker se pone, como siempre, al servicio de unas interpretaciones excelentes, que aúnan la apabullante amplitud de recursos del veterano Patrick Chesnais con la desbordante naturalidad de la primeriza Jeanne Lambert. Todo ello, hilvanado por un guion quizás menos rotundo y profundo, más artificioso e irregular, que el de “La fortuna de vivir” o el de “Conversaciones con mi jardinero”, pero con situaciones sugestivas, diálogos jugosos y luminosas reflexiones en torno a la depresión, la vejez, la adolescencia, la soledad compartida, la inspiración artística, las relaciones padres-hijos, el cariño conyugal… Hasta le funcionan varios arriesgados golpes de humor grotesco, como los protagonizados por el quemado camarero de un restaurante, maravillosamente encarnado por Xavier Gallais.

En fin, otro estimulante alegato de Jean Becker —realista e idealista a la vez— contra el individualismo insolidario que domina en la sociedad actual. Y, por cierto, su plano final —¡larga vida a la profundidad de campo!— es sencillamente antológico. J. J. M.




DESPUÉS DE MAYO (Après mai) *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Olivier Assayas. Intérpretes: Clément Métayer, Lola Créton, Félix Armand. Francia. 2012. Drama. 120 min. Adultos.

Casi podríamos hablar del subgénero sesentayochista, por la cantidad de películas que abordan el Mayo del 68 o sus consecuencias. Si Bertolucci reivindicaba con delirio los ideales revolucionarios en “Soñadores”, ahora hay que preguntarle a Oliver Assayas qué ha pretendido con “Después de mayo”. Y por qué ahora precisamente rueda una película sobre el ambiente post sesentayochista. ¿Quiere quizá aprovechar los “aires indignados” para sugerir que hay una revolución pendiente? ¿O, por el contrario —y sería más de extrañar—, intenta concluir que “de aquellos barros estos lodos”? En cualquier caso, la película es una ilustración en collage de la atmósfera que se generó en los ambientes juveniles tras el boom del 68. Estamos en 1971, en París, y un grupo de jóvenes clandestinos aún tratan de llevar a cabo una revolución radical, izquierdista, obrera, libertaria, maoísta, situacionista, sexual... y lo que haga falta.

La película es bastante coral, aunque hay un personaje más protagonista, Gilles (Clément Métayer). Nos cuenta los avatares de un grupo de amigos del instituto, involucrados en actividades revolucionarias, a la vez que las compaginan con su pasión por la pintura y sus affaires amorosos. Como telón de fondo está la fascinación por el oriente, el nudismo, el amor libre, las drogas, la comuna, lo hippie... Los personajes van desgastándose en su afán revolucionario a la vez que dan paulatinamente más importancia a sus proyectos personales ¿Es el triunfo del sentido común o la victoria del individualismo burgués? La película quiere dejar esa interpretación en manos del espectador. En ese sentido, y a diferencia de Bertolucci, no quiere reivindicar un discurso ideológico, sino más bien el apagamiento de unos ideales, y el paulatino desencanto ante una vida que no cumple sus promesas. Esto se ve especialmente claro en las cuestiones amorosas y en la maternidad. Son temas cuyas facturas tienes que pagar, seas de izquierdas, de derechas o de centro. J. O.


LA LAPIDATION  DE SAINT ÉTIENNE ** (5,5)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Pere Vilà Barcelò. Intérpretes: Lou Castel, Marie Payen, Luis Rego. Guion: Pere Vilà Barcelò y Laura Merino. España-Francia. 2012. Drama. 81 min. Adultos.

Étienne (Lou Castel) es un anciano enfermo que vive en su casa-taller, rodeado de toda clase de objetos que ha acumulado a lo largo del tiempo. Son recuerdos de un pasado trágico, que no quiere olvidar. Su soledad diaria, sin embargo, se ve atacada por el mobbing que hace Jeanne (Marie Payen), la propietaria del piso donde vive, que junto con los vecinos y los servicios sociales tienen por objetivo echarle de su hogar. Por su parte, Étienne no tiene ninguna intención de abandonar su piso, ya que vive aferrado a la convicción de estar conviviendo con las presencias de su mujer y su hija ya fallecidas.

El singular productor barcelonés Lluís Miñarro apadrina este segundo largometraje, dialogado en francés, del también catalán Pere Vilà Barcelò (“Pas a nivell”), galardonado ex-aequo con el Premio de la Fipresci en la Seminci de Valladolid 2012. Aunque está filmada e interpretada con vigor, esta terrible disección de la soledad de la vejez y el lacerante peso de los recuerdos y la culpa se ve muy lastrada por su tedioso minimalismo narrativo y, sobre todo, por su oscurísima visión de la naturaleza humana, cuyo radical pesimismo, carente de oxígeno, acaba por resultar irreal y exagerado. Aunque, sin duda, da que pensar sobre los infiernos que genera el individualismo. J. J. M.




LAURENCE ANYWAYS * (3)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Xavier Dolan. Intérpretes: Melvil Poupaud, Suzanne Clément, Nathalie Baye, Monia Chokri. Canadá-Francia. 2012. Drama. 159 min. Adultos.

Laurence Alia (Melvil Poupaud) es un profesor de Literatura de Québec que en su 30 cumpleaños declara su intención de convertirse en mujer, ante el alucine de sus amigos e incluso de su novia Fredérique, “Fred” (Suzanne Clément), que finalmente acepta permanecer a su lado durante todo el proceso de cambio. El próximo curso Laurence enseñará por primera vez Literatura en la piel de una mujer, dando la bienvenida a una nueva y peligrosa vida, en la que el peso del estigma social, el rechazo familiar y la incompatibilidad de la pareja acabará por dinamitar su vida.

Tiene cierta fuerza visual e interpretativa este premiado tercer largometraje del joven actor y director de Québec Xavier Dolan (“J’ai tué ma mère”, “Les amours imaginaires”), de 24 años, el actual “enfant terrible” del cine canadiense, al que algunos han llegado a comparar con Douglas Sirk, Orson Welles, Todd Haynes, Pedro Almodóvar, Rainer Werner Fassbinder… Sea como fuere, “Laurence Anyways” es un culebrón larguísimo y espeso, que desborda los límites del melodrama y le resta veracidad con su onírico barroquismo y su caótico desarrollo narrativo, sólo aliviado por una aceptable selección de canciones más o menos emblemáticas de los años 90 del siglo pasado. En cualquier caso, lo que más pesa es su complaciente aceptación acrítica de la ideología de género más radical, que entiende la identidad sexual como algo cultural, de quita y pon, que uno se construye a su aire en cada momento —al margen de las evidencias biológicas— y en torno a la cual debe haber tolerancia total, cuando no reverencia absoluta, pues, como dice un personaje, “el único límite es el cielo”. Demasiado. J. J. M.



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