Las comparecencias de ministros en el Congreso están dejando claro el programa de gobierno de Sánchez, que había sido rechazado en las últimas elecciones y que ahora se impone sin necesidad de debates previos. Desde sus exiguos 84 escaños, Sánchez actúa como si dispusiera de mayoría absoluta, gracias a la convergencia de los grupos que le han apoyado en un único punto: desalojar al PP. Entre la gama de propuestas anunciadas alarma especialmente la voluntad de ruptura social y la aversión a la libertad. Por ejemplo en Educación: en lugar de proseguir el diálogo iniciado por el Gobierno de Rajoy para alcanzar un pacto de Estado, los anuncios de la Ministra Celaá rompen cualquier posibilidad de consenso y apuntan a restringir y vaciar de sustancia la libertad educativa amparada por la Constitución.

En lugar de promover una educación de calidad y en libertad, sostenida por la complementariedad de las redes pública y concertada, Sánchez vuelve al viejo mantra de la escuela pública y laica. En este contexto se incluye la marginación de la asignatura religión, que quedará en la indigencia académica. Por otra parte se anuncia una nueva materia obligatoria de valores cívicos cuyo contenido no se ha precisado, pero que por los precedentes puede deslizarse hacia el adoctrinamiento moral que ya pretendió la Educación para la Ciudadanía de la época de Zapatero. Por último se anuncia una Comisión de la Verdad sobre la Memoria Histórica con posibles repercusiones en la libertad de cátedra, de investigación y de expresión. No hace mucho tiempo, hablábamos del consenso de las fuerzas constitucionales…