La dimisión del hasta ahora primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha vuelto a poner el foco en la inestabilidad política que vive el país trasalpino en la última década. Y es que hasta seis jefes de Gobierno han pasado por Italia en este tiempo.

En el caso de Conte, dimitió ante el presidente de la República, Sergio Mattarella, el martes tras la crisis de Gobierno abierta en el país, y desde el miércoles el jefe del Estado consulta a los partidos políticos sobre la posibilidad de formar un nuevo gabinete o convocar elecciones anticipadas. Además, la Presidencia de la República comunicó el calendario de estas consultas, que comenzaron el miércoles con los presidentes de las cámaras y con representantes de algunos partidos minoritarios. Asimismo, el jueves Mattarella escuchó desde por la mañana a los grandes grupos políticos.

Esta inestabilidad en la política italiana se debe principalmente a los siguientes factores: gobernabilidad a base de coaliciones y ascenso de partidos populistas, un Estado joven, corrupción, dificultades económicas y la inmigración.

En este caso, Giuseppe Conte presidió el Consejo de Ministros italiano tras ser propuesto por Luigi di Maio (Movimiento Cinco Estrellas) y Matteo Salvini (Liga Norte), con los problemas que conlleva un pacto de gobierno entre formaciones antagónicas. Pero la cuestión de las coaliciones no es nueva en Italia: Gentiloni (2016) ocupó el cargo tras la dimisión de Matteo Renzi, del Partido Demócrata, con la presión de los mencionados partidos en pleno auge.

Anteriormente, de 2013 a 2014, Enrico Leta había encabezado una presidencia de Consejo de Ministros por el Partido Demócrata en coalición con los liberales-conservadores de Pueblo de la Libertad, liderado por Berlusconi, y Elección Cívica. Retrotrayéndonos aún más, en 2011 el presidente de la República, Giorgio Napolitano, encomendó a Mario Monti la formación de un gobierno  en crisis tras la dimisión de Silvio Berlusconi como primer ministro. Sin embargo, posteriormente Berlusconi anunció que volvería a ser candidato y Monti reunció porque Pueblo de la Libertad no le dio apoyo parlamentario.

Por otra parte, la corrupción también es un importante lastre para la política y la sociedad italiana que hace que, con cada vez más frecuencia, se opte por el voto a partidos de corte populista. Aunque ni siquiera estos estén exentos de polémicas por corrupción. De hecho, un estudio de la asociación de pymes italiana Unimpresa detallaba que desde 2010 a 2018 estas actividades ilícitas le habían costado al país unos 100.000 millones de euros, lo que suponía un empeoramiento del Índice de Percepción de la Corrupción entre los italianos y que se traducía un en descenso de la productividad del 4% con respecto al PIB en 2018.  

A todo esto hay que sumar la enorme deuda pública de Italia, obligada a refinanciar miles de millones de euros. Y es que en los próximos tres meses, el Tesoro italiano tendrá que refinanciarse y tratar de levantar 174 mil millones de euros, según Bloomberg (un 32% del PIB para lo que queda de 2019). De hecho, ya a principios de este año se habló oficialmente de que Italia había entrado en recesión técnica, tras sufrir una contracción de 0’2% del PIB en el cuarto trimestre de 2018, según el Instituto de Estadística Italiano (ISTAT).

Asimismo, hay que tener en cuenta que las medidas estadounidenses contra Irán han provocado, entre otras cosas, que el precio de la gasolina suba dos euros y pone en riesgos acuerdos entre el país trasalpino e Irán. 

Finalmente, tampoco hay que perder de vista la inmigración y la percepción de buena parte de la sociedad italiana como un elemento disruptivo en ella que han hecho que las diferencias entre las políticas migratorias de los distintos partidos acaben dinamitando el gobierno. El año pasado, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) llegaron 17.827 inmigrantes a las costas italianas.