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La huella del crimen de Asunta: nadie compra el chalé donde falleció

La madre de Asunta trata de vender la casa de Teo (A Coruña) desde incluso antes del crimen por el que fueron condenados los progenitores de la menor.

La casa que quiere vender Rosario Porto

La casa que quiere vender Rosario Porto. EFE

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 13:21

Las llamadas "casas de los horrores" tienen muy difícil comercialización y es lo que ocurre con el amplísimo chalé que Rosario Porto, la madre de Asunta, trata de vender en Teo (A Coruña) desde incluso antes del crimen por el que fueron condenados los progenitores de la menor.

La pequeña pereció, por asfixia mecánica, en este caserón situado en el lugar de Montouto, del que Charo, como es más conocida, quiso desprenderse en agosto de 2013, el mes anterior al cruel asesinato de la pequeña de 12 años por el que, al igual que su ex, Alfonso Basterra, cumple condena tras probarse en el juicio la existencia de un plan inicial acordado entre ambos.

La menor fue localizada sin vida en una pista forestal de Feros próxima a esta propiedad, una mansión de 400 metros cuadrados útiles construida en una finca de 10.000 y que, protegida por un alto muro, cuenta con un robledal, cipreses y cedros, así como con una cruz de piedra que mandaron levantar los padres de Charo Porto, los dueños de la misma, antes de que ella la recibiese vía herencia.

Por la casa, que tiene cinco habitaciones dobles, otros tantos baños, cuatro salones, una bodega con una barra, un hórreo, una enorme piscina e incluso pista de tenis, se pidió en inicio una cantidad cercana al millón de euros, que después se rebajó prácticamente a la mitad. Pero igual de infructuoso ha sido el resultado hasta la fecha.

Este no es el único ejemplo de la suerte que corren los inmuebles marcados con la huella indeleble que deja la crónica negra.

En Moraña (Pontevedra), David Oubel, el primer condenado en España a prisión permanente revisable, tenía intención de despojarse de la vivienda en la que el 31 de julio de 2015 puso fin a la vida de sus hijas, Amaia de 4 años y Candela de 9, con una sierra radial.

Antes del macabro suceso, los 420 metros cuadrados, la amplia parcela y los excelentes acabados sí podían ser un reclamo, pese a la cantidad pedida, próxima al medio millón de euros.

Fuera de Galicia, la historia es similar, como ocurrió con la finca de Las Quemadillas (Córdoba) en la que José Bretón acabó con la vida de sus hijos Ruth y José, que salió a la venta por un importe de 180.000 euros, o la casa de la urbanización La Arboleda donde se cometió el crimen de Pioz, en el mercado por 127.000.

Si bien la ley en España no obliga a informar "del pasado" de un inmueble, es harto improbable no conocerlo.

La red da todas las respuestas en un país en el que, a diferencia de otros, no es habitual el turismo "oscuro", a excepción de episodios como el de Puerto Hurraco, el núcleo pacense que acaparó toda la atención el 26 de agosto de 1990 cuando décadas de resentimiento entre dos familias terminaron con nueve asesinatos.

Este desenlace generó visitas a la zona y el estreno en 2004 de la cinta "El séptimo día" de Carlos Saura, sobre tal matanza, no hizo más que acrecentarlas.

Algo parecido pasa con Alcásser, el pequeño pueblo valenciano que ve un trasiego constante a su cementerio donde una estatua honra a tres adolescentes, Miriam, Toñi y Desirée, que el 13 de noviembre de 1992 salieron de fiesta y ya nadie volvió a verlas con vida.

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Y, aunque en España no, en otras zonas sí hay una especie de rutas guiadas a ubicaciones "con historia" en ocasiones tétrica.

Es la razón por la que la joven de Viena Natascha Kampusch, secuestrada el 2 de marzo de 1998 y que logró fugarse el 23 de agosto de 2006, decidió comprar el zulo en el que fue prisionera, tal y como ella misma contó.

No quería que ocurriese lo que está pasando por ejemplo en Amstetten, en el estado de Baja Austria, donde curiosos se toman fotos ante la casa en la que Josef Fritzl mantuvo retenida a su hija Elisabeth durante 24 años.

Y, más allá de estos circuitos, en el negocio inmobiliario en sí, el de estas edificaciones con estigma, hay incluso quien busca su nicho, como Randall Bell, especialista conocido por ofrecerse a ayudar a recolocar moradas en las que se cometieron atrocidades.

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