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El drama de la violencia machista se cobra ya la vida de 30 niños

Desde 2013 se empezó a registrar la cifra de los menores asesinados por las parejas o exparejas de sus madres

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COPE.es

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 09 ago 2019

La violencia machista tiene secuelas múltiples y "devastadoras" para los menores que crecen en un entorno de agresiones: los psicólogos inciden en que un agresor no puede ser un buen padre porque el maltrato a la madre siempre implica una agresión que afecta al desarrollo de los niños.

Desde 2013 se empezó a registrar la cifra de los menores asesinados por las parejas o exparejas de sus madres. Según el Consejo General del Poder Judicial, se han contabilizado 30 asesinatos desde entonces, siendo el último el del joven de 16 años que murió a manos de su padre por defender a su madre. El hombre intentó atacar a la madre y el chico se interpuso entre ambos, recibiendo heridas de arma blanca que le causaron la muerte. Posteriormente el agresor agredió a la madre y se suicidó al tirarse desde un cuarto piso.

En este año 2019 son tres los jóvenes o niños que han muerto por violencia machista. "Los menores son siempre víctimas directas de la violencia que se ejerce contra sus madres: el hecho de presenciar una agresión ya es violencia y les genera un trauma. Una persona que maltrata a la madre maltrata por extensión a los hijos", remarca la psicóloga especializada en violencia de género Bárbara Zorrilla.

 Los menores son las víctimas más invisibles de este drama social y apenas se tienen datos del impacto de la problemática en ellos. Otra de las medias del Pacto de Estado recoge precisamente la realización de estudios sobre la situación de los menores: relativos a custodia, régimen de visitas, relaciones con el maltratador, etcétera.

LAS SECUELAS DEL MALTRATO EN LOS NIÑOS

Los terapeutas alertan de las graves consecuencias que el maltrato tiene en la vida de los menores. Las secuelas psicológicas para los niños que viven en un entorno de violencia de machista "pueden ser devastadoras", destaca Zorrilla, quien advierte de que la falta de una intervención terapéutica adecuada puede hacer que "se cronifiquen y arrastren de por vida". "Crecer en un entorno de violencia tiene consecuencias negativas porque impide a los menores tener un desarrollo normalizado", afirma la psicóloga. 

"Otra de las cosas que observamos es sintomatología postraumática. Viven en secreto el maltrato, no pueden hablar de lo que está pasando porque son muy pequeños o porque se sienten avergonzados. Reexperimentan una y otra vez los incidentes en forma de pesadillas, de pensamientos intrusivos o de juego repetitivo violento", apunta Zorrilla. Los niños, cuando son pequeños, se sienten culpables y creen ser la causa de la violencia y conforme crecen lo hacen por "no haber podido defender a la madre", añade.

"La violencia se aprende. El niño o la niña viven que el mundo es peligroso y sienten un miedo enorme al abandono. Eso les va a generar problemas afectivos en la vida adulta: aprenden a hacerse invisibles, a sentirse solos, a normalizar la violencia", enumera. Sufrir violencia en la infancia se convierte en un factor de riesgo, pero Zorrilla precisa que no es una "condena ni una etiqueta", e insiste en la necesidad de prestar una atención psicológica precoz a estos menores.

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