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TERRORISMO ETA (Crónica)

25 años de un secuestro y del nacimiento de un símbolo, el lazo azul

Ana Burgueño,San Sebastián, 4 jul (EFE).- Hace cinco años Julio Iglesias Zamora acudió a la despedida de Gesto Por la Paz para mostrar su "eterno agradecimiento" a una organización que se había volcado para que ETA lo liberara tras su secuestro en 1993. De esas protestas nació un símbolo de la lucha por la libertad, el lazo azul.,Mañana se cumple un cuarto de siglo del inicio del cautiverio de Iglesias Zamora, que acabó 116 días después, casi cuatro meses en los que la sociedad vasca dejó de ser

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:01

Ana Burgueño

Hace cinco años Julio Iglesias Zamora acudió a la despedida de Gesto Por la Paz para mostrar su "eterno agradecimiento" a una organización que se había volcado para que ETA lo liberara tras su secuestro en 1993. De esas protestas nació un símbolo de la lucha por la libertad, el lazo azul.

Mañana se cumple un cuarto de siglo del inicio del cautiverio de Iglesias Zamora, que acabó 116 días después, casi cuatro meses en los que la sociedad vasca dejó de ser una mayoría silenciosa para involucrarse en las numerosas movilizaciones que pedían a ETA la liberación de este ingeniero de Telecomunicaciones de la empresa Ikusi, propiedad de su tío Ángel Iglesias, que había sido amenazado por ETA años antes.

Cuando el 2 de agosto ETA asumió la autoría de un secuestro que todos le atribuían, la idea del lazo azul que representaba la letra "A" de "askatu", liberar en euskera, ya había surgido por iniciativa de Gesto por la Paz, Bakea Orain, Asociación pro Derechos Humanos y La Fundación.

Rechazaban "lo obvio", una "flagrante vulneración de los derechos humanos" que ETA siguió sin ver y que obligó a recobrar el lazo azul con los secuestros "encadenados" de José María Aldaya, José Antonio Ortega Lara, Cosme Delclaux y, "desgraciadamente por un periodo muy corto", de Miguel Ángel Blanco, dice a EFE Jesús Herrero, por entonces miembro de la comisión permanente de Gesto por la Paz.

Explica que con el lazo azul se dio "un salto cualitativo" en la "dinámica de movilización" en la que llevaban tiempo trabajando las organizaciones pacifistas en Euskadi.

"La diferencia es que implicaba un compromiso individual, que no dependía de quién lo había promovido, sino que cada uno podía generarlo por sí mismo. Se llevaba el lazo las 24 horas del día. Fue un punto de inflexión", señala.

Portar ese lazo, algo que se extendió rápidamente por toda España, era "tremendamente complicado en ámbitos mucho más reducidos" del País Vasco. "Pero luego nos transmitían que, en el momento en que se daba el paso, no había vuelta atrás", añade.

Recuerda también la importancia de las movilizaciones de los trabajadores de Ikusi, que convirtieron en habituales las concentraciones para reclamar la libertad del secuestrado.

Entre unos y otros llevaron a la calle su consigna pacífica por la libertad de un hombre de 42 años, director de sistemas de información al público y telemedia de la empresa de tecnología electrónica de su tío, por el que miles de personas se manifestaron más de una vez por las calles de San Sebastián, donde unas veces ignoraron y otras retiraron pancartas con el lema "600 vascos secuestrados", alusivas a los presos de ETA.

El 11 de septiembre se celebró una marcha multitudinaria, un día después de que se concediera a Gesto por la Paz el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que había sido convocada por una plataforma ciudadana de la que formaban parte, entre otros, el escultor Eduardo Chillida, los historiadores Julio Caro Baroja y Manuel Tuñón de Lara, el escritor Bernardo Atxaga, el filósofo Fernando Savater y el cineasta Julio Médem.

Lo de esos meses, la reiteración de la protesta, era algo inédito en las calles de Euskadi, más acostumbradas a los incidentes de la violencia callejera y las manifestaciones del entorno de la izquierda abertzale, como la organizada por las Gestoras Pro Amnistía en favor de los presos de ETA, justo al día siguiente y también en San Sebastián, en la que se dieron vivas a la banda terrorista.

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Herri Batasuna nunca condenó el secuestro de Iglesias Zamora como tampoco lo hizo con ningún otro. Fue siempre la excepción entre los partidos vascos y siempre encontró argumentos para defenderse.

Por esas fechas, el lehendakari, José Antonio Ardanza, había expresado su satisfacción por "los profundos cambios" que se habían producido en la sociedad vasca en contra de la violencia, aunque no todos lo vieron así, como su antecesor Carlos Garaikoetxea, que consideró "ofensivo" decir que los vascos "habían perdido por fin el miedo" porque "el pueblo vasco no es miedoso" y lo que se estaba haciendo era una "instrumentalización" política de la indignación popular.

Pero, en cualquier caso, fue una reacción ciudadana sin precedentes, que llegó incluso a las gradas del campo de la Real Sociedad, no muy dadas a pronunciarse explícitamente contra las acciones de ETA y que clamaron, casi unánimemente, durante la inauguración del estadio de Anoeta el día 13 de agosto, por la libertad de un secuestrado que era socio del club.

Con la distancia de esos 25 años y con una ETA ya inexistente, Jesús Herrero ve cómo se agranda la sinrazón de la violencia.

"Cada vez que pasa más tiempo, se incrementa el sinsentido de lo ocurrido, vulneraciones flagrantes de los derechos humanos para las que se encontraba justificación y contextualización, esas consignas como 'Julio, paga', 'Aldaya, paga', absolutamente incomprensibles", comenta.

En junio de 2013, la Coordinadora Gesto por la Paz dijo adiós a 28 años de activismo contra el terror. A un acto privado que reunió a personas vinculadas a la organización asistió "por propia iniciativa" Julio Iglesias Zamora, liberado veinte años atrás, el 29 de octubre de 1993.

"Nos mostró su eterno agradecimiento y reconocimiento. Nos dedicó unas palabras que agradecimos profundamente", afirma.

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