José María Rodríguez

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, se ha enfrentado esta tarde posiblemente una de las situaciones más desconcertantes de esta legislatura: ser recibido con una carcajada por señores -y señoras- muy serios que quisieron acompañarle en la puesta de largo del nuevo Estatuto.

La culpa no la tenía el discurso del político tinerfeño, que apenas había empezado a hilvanar el clásico capítulo de agradecimientos protocolarios, ni tampoco lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, sino más bien lo que pasaba a su espalda.

Tras los discursos de dos representantes sindicales, dos líderes empresariales, una ministra y varias proyecciones audiovisuales de lo que significa el nuevo Estatuto de Canarias, a Clavijo le traicionaron los elementos y sobre su cabeza, en una pantalla gigante, apareció este letrero: "La batería se está agotando".

A Clavijo le costó unos segundos comprender por qué hacían tanta gracias sus convencionales "señoras y señores, autoridades, amigos..." Pero cuando desde la primera fila le explicaron que a alguien se le acababan las pilas, salió con soltura de la situación: "¡No se hagan ilusiones!". Y la carcajada fue aún más sonora.

La anécdota de la batería ponía el colofón a una jornada en la que se ha notado cierta distensión entre el Gobierno de Canarias y el Ejecutivo central, un descenso de bastantes peldaños en los reproches que en las últimas semanas se han cruzado sus portavoces (y sus respectivos partidos) a cuenta del presupuesto.

Habrá que esperar a la visita que Pedro Sánchez hace el sábado a Las Palmas de Gran Canaria para participar en un acto del PSOE para ver si ese nuevo tono tiene continuidad, pero la voluntad de ambas partes por cambiar esa situación ya había quedado apuntada desde unas horas antes, cuando Clavijo y la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, aceptaron comparecer juntos ante la prensa tras una reunión que se había anunciado sin declaraciones.

Clavijo y Batet moderaron su discurso varios grados respecto a lo que Coalición Canaria y PSOE se han dicho estos días, pero sobre todo se notó cuando intervenían sin guión, porque en sus discursos del acto del Estatuto -escritos a buen seguro hace días- todavía se percibieron reproches que ninguno de los dos dejó de leer.

El presidente habló de convencer "a la metrópoli" de que Canarias necesita un "trato singular" y de que no piensa "renunciar a sus sueños", y la ministra le respondió, también leyendo, que sí, que lo entiende, pero que nadie caiga en el "victimismos" ni se queje cuando el Gobierno de España atiende las singularidades de otros.

Pero mensajes tan serios sonaron un poco fuera de tono después de lo de la batería y, sobre todo, del buen entendimiento que han demostrado esta tarde ante representantes de partidos políticos de todo el espectro parlamentario Clavijo y Batet.

Ninguno de los dos se fue por su lado tras posar para el retrato de grupo de rigor cuando tocaba caminar hacia la sala donde se iba a celebrar el acto. Clavijo y Batet se adelantaron unos pasos al resto de invitados para seguir hablando, tan enfrascados en lo suyo que no se dieron cuenta de que habían dejado atrás a todos los demás.

Y entonces se produjo otra situación tan hilarante como la de la batería: la azafata apostada a la puerta del salón vio llegar a la sala a un señor trajeado con barba y a una mujer delgada y con el pelo ondulado y no se le ocurrió mejor cosa que decir "¿Nombre, por favor?", mientras revisaba su lista de invitados.

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Ninguno de los dos recurrió se ofendió ni tiró de galones. "Fernando Clavijo... y Meritxell Batet", dijo el señor de barba y acompañó a su invitada a la sala, antes de que sus respectivos de protocolo llegaran siquiera a darse cuenta de la escena.