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NORMA PREMIO (Crónica)

Todos los caminos (del cómic) conducen a Norma

Sergio Andreu

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 11:29

Sergio Andreu

Sí, allí se puede comprar un felpudo de "Star Wars", una taza de "Juego de Tronos" o un Mazinger Z de dos metros, pero el cómic en papel, con sus hojas llenas de viñetas, es el centro de todo, el núcleo de Norma Cómics, la veterana tienda barcelonesa ganadora del Eisner -"oscar" del sector- a la mejor librería del mundo 2018.

"Es un premio que no se otorga a la tienda más grande, ni a la que tiene más merchandising. Has de justificar que persigues la excelencia, por el surtido de productos disponibles, que trabajas para todo tipo de lectores", explica a Efe Óscar Valiente, director de Norma Cómics.

Porque esta librería, remarca Valiente -donde él mismo comenzó como dependiente cuando era un fanzinero- no es un sólo un contenedor de volúmenes ni un bazar de muñequitos, sino un espacio para los amantes del cómic, del americano, del europeo y del manga, las tres patas de su fondo de armario.

Más allá de ofrecer 23.000 artículos diferentes, de sus 1.000 metros cuadrados repartidos en dos plantas, este establecimiento ha visto reconocido además el mimo a su escaparatismo, el uso de las nuevas tecnologías, la formación del personal o la relación que mantiene con autores y divulgadores.

"La suma de todo ello es lo que hace ser merecedor del premio", resume Valiente, sorprendido aún del galardón que se hizo público la semana pasada en la Cómic-Con de San Diego, principal cita del sector del ocio popular, aunque, en el fondo, deje entrever que, por trayectoria, el jurado no ha errado con su fallo.

La librería barcelonesa es la segunda española que recibe este premio, tras la madrileña Akira, en 2012.

Norma Cómics levantó la persiana hace 35 años en la misma ubicación: el número 9 del Paseo Sant Joan. Entonces, Rafa Martínez, su impulsor (también de la editorial homónima), sólo contaba con una cuarta parte de la superficie actual. Al fin y al cabo, el cómic parecía un asunto de niños, adolescentes y 'frikis' y las novedades que se publicaban en castellano no eran tan numerosas como para llenar todas las estanterías, ni contaba el "prestigio social" que vendría con las bautizadas "novelas gráficas".

Norma supuso una explosión de nuevas tiendas en ese entorno (Gigamesh fue la siguiente) cercana al Arc de Triomf. A partir de ahí surgieron otras, delimitando un triángulo bizarro "donde siempre se ha dado la bienvenida a cualquier librería o comercio afín que se instalé alrededor porque, al final, somos complementarios y se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los amantes de la cultura popular", resume Valiente.

Al entrar en Norma, sobre todo si uno es profano, lo que atrapa las mirada desde las estanterías son los llamados "productos derivados" de merchandaising (recientemente vendieron una figura de "Star Wars" por más de 9.000 euros), 'corners' dedicados a "Tintin", "Harry Potter" o "Regreso al futuro" por citar algunos de los más conocidos para aquellos que ya no cumplirán los 45.

Sin embargo, Valiente ayuda a resituarnos: el cómic, que ocupa la mayor parte de la librería y supone entre el 70 y el 75 % de los ingresos, es el protagonista.

"El beneficio está en los cómics, si no consigues lectores que vengan a comprar series de manga, Marvel o DC, por ejemplo, es muy difícil que sobrevivas. Ése es el cliente que interesa y es el que se ha de mimar. Si hay alguno que de vez en cuando compra una taza de "Breaking bad, bienvenido sea", aclara.

El detalle en el escaparatismo es otro 'must' para el millar de personas que diariamente pasan por la librería (2.500 en sábados y navidades): unas ventanas al exterior ocupadas estos días por un set dedicado a las biografías en cómic de personajes famosos, otro centrado en "The Promised Neverland", el manga de Kaiu Shirai y un tercero en torno al cosmos Marvel.

Escaparates que muestran su eclecticismo, porque Norma está especialmente orgullosa de ser una librería longeva que ha trabajado con varias generaciones de lectores, de gustos bien diferenciados.

"El de cómic europeo es un lector que viene con menos frecuencia, cada dos meses o tres, y se lleva una gran cantidad de libros; el de superhéroes, que con los años ha crecido y ya no es un adolescente, viene una vez al mes a hacer sus colecciones y por último el lector de manga, el más joven, acude con una asiduidad de dos a cuatro veces al mes, con un tique de compra más pequeño pero de mayor frecuencia", desvela el director.

Valiente, que empezó su carrera ligado al manga, reconoce que este estilo originario de Japón, supuso a principios de los noventa, en plena explosión de los videojuegos, un punto de inflexión para las librerías, una revolución que no sólo ayudó a incrementar las ventas, sino que conllevó que el lector se rejuveneciera, y sobre todo, "fue artífice de la entrada de lectoras, que hasta entonces eran numéricamente una anécdota".

El verdadero lujo de Norma pasa por contar con el espacio físico suficiente para mostrar todos esos los libros y evitar que la vorágine de novedades -"fruto de una efervescencia editorial bestial"- arrinconen a las anteriores, y, en la medida de lo posible, siempre con las portadas a la vista, "porque en las estanterías quedan diluidos", apunta Valiente, conocedor de las formas que los lectores tienen de relacionarse con los cómics.

"Nuestra guerra es por el metro cuadrado, y ahí Norma no ha parado de crecer. En la era digital, la librería es un espacio ideal para encontrarse con aquello que has visto en un tuit, en alguna entrada de facebook o que ha comentado algún 'influencer' del sector. Que el lector pueda encontrárselo de cara, porque quien no fabrique experiencias como ésta, tiene un futuro complicado", advierte.

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