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MARTÍN CHIRINO (Perfil)

El herrero que siempre quiso dibujar en el espacio

El escultor español más importante durante buena del siglo XX, Martín Chirino, siempre se vio como un herrero, un miembro más de esa estirpe a la que de niño veía forjar el metal en los astilleros del puerto de Las Palmas, solo que ungido por el talento de poder dibujar en el aire.,"Yo siempre he querido dibujar en el espacio", dijo en alguna ocasión a sus colaboradores más cercanos Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925 - Madrid

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22:58

José María Rodríguez

El escultor español más importante durante buena del siglo XX, Martín Chirino, siempre se vio como un herrero, un miembro más de esa estirpe a la que de niño veía forjar el metal en los astilleros del puerto de Las Palmas, solo que ungido por el talento de poder dibujar en el aire.

"Yo siempre he querido dibujar en el espacio", dijo en alguna ocasión a sus colaboradores más cercanos Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925 - Madrid, 2019), que a su muerte deja como legado una impresionante repertorio de obras de hierro forjado que, en muchos casos, pueden interpretarse en así, como grafías en el aire.

Miembro fundador de una de las sagas artísticas más fructíferas de mediados del siglo XX, el grupo El Paso, al que también pertenecieron Antonio Saura, Manuel Rivera, Manolo Miralles o Manuel Viola, Chirino no se apartó del trabajo nunca, ni siquiera en la etapa final de su vida, aquejado de varios problemas de salud.

Admirado en los museos más importantes del mundo, nombre de referencia en instituciones de la influencia del Círculo de Bellas Artes de Madrid y alma máter de espacios con enorme pulso cultural, como el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) o de la Fundación de Arte y Pensamiento que lleva su nombre, a Chirino siempre le gustó recordar sus orígenes, los geográficos y los emocionales.

"Soy un herrero del arte", proclamó hace cinco años al ingresar como miembro de honor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Era una frase que le gustaba repetir, aunque en realidad no hacía falta, porque su corpachón y sus manos de herrero le delataban por donde pasaba, a poco que uno se fijara en el armazón de ese anciano de discurso lúcido y sonrisa casi perenne.

Quizá era su forma de rendir homenaje a sus raíces, a todos aquellos hombres a los que vio dominar el hierro en los talleres del puerto de Las Palmas de Gran Canaria, donde trabajaba su padre.

Y su otra referencia artística fue su Canarias natal, que impregna su obra con una de las formas más características del mundo aborigen por la que siempre sintió admiración: la espiral.

Chirino ha contado alguna vez que descubrió la espiral en la playa de Las Canteras de su ciudad natal, en los remolinos de arena que formaba el viento. Luego la encontró en los yacimientos prehispánicos y más tarde supo de su importancia en el mundo espiritual y astronómico dominado por los antiguos faycanes.

Y perseveró en esa forma geométrica como solo alguien de su fortaleza era capaz de perseverar, golpeando el yunque una y otra vez, hasta decir que él era un "escultor de una sola espiral".

¿Por qué? En una entrevista con Efe con motivo de la inauguración de la Fundación que lleva su nombre en el castillo de La Luz, en la capital grancanaria, en marzo de 2015, Chirino lo explicaba muy claro: "Para encontrar la respuesta a la pregunta que me vengo haciendo toda mi vida. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos?"

Para uno de sus colaboradores más cercanos, el escritor y periodista y escritor Antonio Puente, que le acompañó en su etapa del CAAM y la más reciente de la Fundación, Chirino es el artista que más ha hecho por superar los "dos olvidos" de los que adolece Canarias, por "vivir de espaldas a África y su pasado aborigen".

Con las islas, Chirino ha tenido altos y bajos. En un momento de su vida dijo que Canarias no le debía nada, ni él tampoco a su tierra. Pero, a la postre, eligió que una parte fundamental de su legado artístico se quedara en su tierra, en la primera fortaleza europea construida en Canarias, el castillo de La Luz, testimonio del nacimiento de Las Palmas de Gran Canaria en el siglo XV.

Y en una de sus últimas apariciones en público, en una conversación con otro veterano ilustre, Pepe Dámaso (Agaete, Gran Canaria, 1933), Chirino se confesaba: "Siento que aún tenemos mucho que hacer por esta tierra". Tenía entonces 92 años y seguía trabajando, como demostró al año siguiente en la que sería su última gran exposición, la que le dedicó en 2018 la Galería Marlborough.

"Todavía le doy al martillo", confesó entonces a Efe en su taller de Chinchón (Madrid), convencido que "por lógica" iba a ser su ultima gran exposición en vida. "Cuando como me dicen que no diga eso, que en todo caso será la penúltima, contesto que en mi ánimo está hacer otra, pero que pueda". Fue la despedida del herrero fabulador, el artista que transformó el hierro en viento.

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