Pilar Martín.

El 24 de noviembre de 2016, cuando tomaba posesión como secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo ya había escrito la mitad de "Las cenizas de la inocencia", el viaje iniciático de un joven pícaro en un verídico Madrid de los años 40, una historia "fundamentalmente de amistad" con la que reaparece sin traje ni corbata.

"Ahora vivo mejor, pero se echa de menos esa vida intensa llena de enorme responsabilidad", cuenta a Efe Benzo (Madrid, 1965) en una entrevista con motivo de la publicación de su séptima novela (Plaza y Janés), un libro que terminó con una disciplina digna del ejercito porque a lo largo de los dos años de mandato todos los días a las ocho de la mañana estaba delante de su ordenador antes de empezar su jornada.

"Yo había decidido dejarla a medias, pero un amigo (el escritor Luis Alberto de Cuenca) me dijo que no lo hiciera, que escribiera todos los días al menos una página. Lo hice, y había días que tiraba la página a la basura, pero un buen día la novela estaba terminada", recuerda este exsecretario dedicado ahora en cuerpo y alma a la escritura.

Un oficio que le hace vivir "mejor", aunque reconoce que echa de menos la "intensidad" de la política y la "satisfacción" que le suponía el hecho de "conseguir resultados".

Pero Benzo prefiere mirar hacia adelante y centrarse en la promoción de "Las cenizas de la inocencia", una historia digna de la novela picaresca, aunque "muchos", se lamenta, ya la han calificado de novela negra.

Y no es ni eso ni tampoco una "novela de posguerra", porque más allá de una trama con policías corruptos y estraperlistas poderosos, lo que el escritor ha situado en este Madrid de los 40 es la historia de Emilio el "Monaguillo", un joven de 16 años que inicia un viaje hacia la madurez tras un suceso que dirigirá su vida y la de los que le rodean.

Una suerte de Lazarillo de Tormes que ve cómo su vida depende también de los avatares de Nico, el amigo al que le jura lealtad y con el que comparte la mayoría de las vivencias que transcurren en el "Dixie", un club de jazz que Benzo convierte en otro personaje más al otorgarle el privilegio de ser el escenario principal de esta trama.

Pero también es el único escenario inventado por él, dado que el resto de tabernas o edificios existieron en realidad, lo que convierte la novela en un auténtico callejero de un desaparecido mapa madrileño.

Con personajes dañados por los avatares de la época, pero todos pasados por un barniz de dignidad que los hace grandes luchadores, Benzo ha creado también un universo femenino empoderado con los personajes de Marita "la Olorosa", la madre de Emilio, y Asia, la humilde cantante del "Dixie".

"Los ejes de la novela son personajes masculinos, pero lo que me inspiran más son los femeninos, son los que más quiero. Tuve que contener mi amor por Marita. Las mujeres en este libro son más fuertes que los hombres", enfatiza.

Melómano confeso, Benzo también llena cada página del libro de una banda sonora dominada por el jazz, esa música que en el Madrid de los años 40 no sonaba, pero que el escritor tenía "muy claro" que quería poner a modo de hilo musical para acompañar a estos personajes que buscan la felicidad en un momento en el que esta dependía de demasiadas cosas.