'Crónicas perplejas': “No es adelgazar, sino haber aprendido a quererse, con sus defectos y virtudes"
Habla Antonio Agredano de las dietas y de adelgazar
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Recuerdo que en el colegio amábamos a actores porque salían en nuestras series preferidas. Amábamos a cantantes porque ponían música a nuestras vidas. Amábamos a compañeras de clase, sólo porque se sentaban a nuestro lado y su timidez nos resultaba irresistible.
Pero luego, algunos niños como yo, no nos amábamos a nosotros mismos. Nos rechazábamos, incluso. Porque nos elegían los últimos en los juegos de pillar. Porque no teníamos aquellos cuerpos fibrosos de nuestros compañeros. Porque, en definitiva, éramos gorditos. O grandecitos. O fuertecitos. O el eufemismo que se usara.
Llevo a dieta desde que tengo memoria. Siempre me gustó comer. Comer mal. Las galletas migadas en leche. Las patatas. Los churros. Cualquier tipo de fritanga. Los macarrones por toneladas. Esas cosas.
Cuando dejé de hacer deporte engordé aún más. Y no me gustaba cómo me quedaba la ropa. Y me refugié en las camisetas gigantes y en los pantalones anchos y cuando nos hacíamos fotos en las excursiones me ponía detrás. Asomando la cabeza. Medio escondido. Negando mi propio recuerdo.
Solo con el tiempo aprendí a entenderme. A comer sin culpa. A dejar de huir de los espejos. A darme algún capricho, a privarme de lo que no me hacía bien. A conseguir el equilibrio para disfrutar de las cosas que me gustaban sin que las cosas que me gustaban fueran una tiranía sobre mis hábitos y mi vida.
A veces, aún hoy, asoma la cabeza aquel niño acomplejado. Cuando noto que se me ha quedado pequeño algún pantalón, cuando en el gimnasio me cuestan algunos ejercicios, cuando la camisa que compré por internet no me luce como esperaba. Aparece ese niño que se sentía incómodo, que creía que ninguna niña se fijaba en él.
No es hacer dieta, es cuidarse un poco. No sólo por fuera, también por dentro. Especialmente por dentro. Entendernos, respetarnos, escucharnos. Para que ese niño que fuimos, esa niña que muchas fuisteis, no se asome a nuestra vida con miedo, sino con orgullo por lo que consiguió. Que no es adelgazar, sino haber aprendido a quererse, con sus pequeños defectos y sus muchísimas virtudes.
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