El primer discurso pronunciado ayer ante el Parlamento Europeo por el presidente francés, Emmanuel Macron, ha señalado la división latente que afecta a la Unión, que llegó a calificar como una forma de “guerra civil europea”. La calificación puede resultar dura pero el fondo del problema lo vivimos cada día en España desde hace demasiado tiempo. Al desafío que suponen los egoísmos nacionalistas se suma el surgimiento de los populismos de izquierda y de derecha en todas las latitudes europeas. Se trata de movimientos antisistema y autoritarios, tal como ha denunciado en Estrasburgo el presidente francés, que tuvo muy presente en su discurso lo que ocurre en España, aunque sus advertencias se dirigían a todos los gobernantes europeos.

La defensa del Estado de Derecho asumida por el Tribunal Supremo ante la Justicia alemana, a cuenta del “caso Puigdemont”, denota también las grietas abiertas a propósito de la forma de entender la euro-orden. Decía ayer Macron que no quiere pertenecer a una generación de sonámbulos que olvidan los principios fundamentales de Europa, dejando crecer el sentimiento antieuropeo y los egoísmos nacionalistas. Su propuesta, que habrá que profundizar, consiste en reinventar la soberanía europea basada en una democracia viva que vuelva a ilusionar a los europeos. En todo caso es un discurso que habrá que leer con detenimiento y que apunta una posible renovación del liderazgo europeo, a la espera de que Alemania clarifique su papel.