Lo ocurrido ayer en el parlamento de Cataluña con la frustrada sesión de investidura de Jordi Turull confirma la derrota del llamado “Procés” y la incapacidad de los independentistas a la hora de elegir un presidente y formar un gobierno que rompa con la anomalía institucional en Cataluña. La responsabildiad de la situación de bloqueo es solo de quienes no aceptan que su proyecto está acabado y que sólo hay futuro en el marco del Estado de Derecho. Por el contrario, los líderes del bloque independentista siguen instalados en un victimismo estéril. Primero fue el intento de investidura telemática de Puigdemont; luego el amago con Jordi Sánchez, y ahora el frustrado Turull. Por más que se empeñen con sus discursos demagógicos, el problema no está en Mariano Rajoy, ni en el artículo 155, ni en las decisiones de unos jueces que actúan conforme a derecho. El patético discurso de Turull, ayer en el Parlamento, es buena muestra de la falta de realismo, y de la incapacidad de estos partidos para dar respuesta a la urgente necesidad de gobierno en Cataluña.

Ahora que los antisistema de la CUP han roto amarras, es hora de que emerja un catalanismo sensato que propugne un candidato libre de cargas judiciales y con un horizonte penal despejado. En caso de no hacerlo, ya corre el tiempo para unas nuevas elecciones. A estas alturas, si hay políticos nacionalistas a los que les preocupe algo más que su situación judicial o su estatus económico y social, deberían pensar en una sociedad que asiste perpleja y abochornada a este teatro, dejar la farsa y ponerse a trabajar por el bien común.