• Miércoles, 24 de abril 2024
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Schlichting: "Vuelve Pablo Iglesias. Vuelve el macho"

La directora de 'Fin de Semana' analiza la actualidad política

Cristina López Schlichting

Cristina López Schlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 10:46

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Hoy es el día Internacional por la Vida y 500 asociaciones convocan una gran movilización en Madrid que discurrirá entre la calle Serrano, a la altura de Ortega y Gasset, y la Puerta de Alcalá. Es hermoso vivir, una aventura -quizá demasiado corta- que se reparte por igual alegrías y sufrimientos pero que resulta apasionante. Si disfrutas de la vida y quieres celebrarla en todas sus etapas, desde la concepción hasta la vejez y la muerte, es tu día. Una manifestación que no tiene color político, que defiende a las mujeres abandonadas por sus parejas y por la sociedad, que a menudo tienen que arrancar los hijos de las entrañas, sencillamente porque no sabemos ofrecerles una mano para salir adelante. La Marcha por la Vida tiene el tono festivo que corresponde, pretende animar a padres e hijos y conforta a las que abortaron desesperadas por este sistema donde el dinero, la belleza y la carrera son el centro de la existencia. Es a las doce, dentro de dos horas.

Y qué ojo el del consistorio de Getxo, donde los concejales de Podemos, Bildu, PNV y, ojo, PSOE, aprobaron una moción en contra de la arribada del buque insignia de la Armada española, el Juan Carlos I, aduciendo que no querían buques de guerra. La gente se ha echado al puerto a verlo y ha soportado hasta cinco horas de cola para visitarlo. Los bares de Getxo tuvieron que cerrar por falta de existencias en una jornada en la que los chupitos y los pintxos fueron los protagonistas para hacer más corta la espera. La visita hoy terminará a la una y media, porque el buque zarpa por la tarde. Qué verdad es que, a menudo, los políticos se inventan la realidad.

Asunto, por cierto, que se repite en Gran Bretaña, que da la noticia del día. Un millón de personas, según los organizadores, ha salido en Londres a la calle para pedir una solución a los del Brexit, que está en pleno caos, y solicitar un segundo referéndum. La manifestación tuvo su pequeña réplica en Madrid, donde los británicos también salieron a protestar. Desde luego, Cameron se ha cubierto de gloria para la Historia de Inglaterra. El político quiso hacerse el machito y solventar el descontento con la Unión Europea convocando un referéndum y demostró que los referenda los carga el diablo. Décadas de trabajo de los funcionarios británicos en Bruselas, años de trabajo fecundo en común se decidieron en una votación que se llevó por delante la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión y nos ha supuesto un golpe en el flanco. Ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo en le método para salir y ya sabéis que hemos tenido que alargar, a petición de Londres, los plazos de salida, que se cumplían esta semana. Qué pena. La gente se dejó llevar por el instinto y las redes sociales, y ahí tenemos el resultado. Las protestas por la insuficiente financiación por parte de la Unión y la xenofobia a los extranjeros derivaron en el caos. Las Historia no debe resolverse en votaciones simplonas.

En paralelo a esta convocatoria más de cuatro millones de personas han firmado una petición online al Gobierno en la que se solicita que se revoque el Artículo 50 del tratado de Lisboa y que se cancele el Brexit. Tela la que han liado.

Macron, en Francia, entretanto, también tiene lo suyo. Las manifestaciones de los chalecos amarillos continúan, aunque esta vez el presidente ha recurrido al ejército y ha blindado los Campos Elíseos. Hubo menos manifestantes y multas más altas.

En el ámbito internacional, sin embargo, la noticia este fin de semana es, por fin, la paz en Siria e Irak. El Gobierno de Damasco ha anunciado el fin de los combates y la derrota del Daesh. La pesadilla del califato ha pasado a la Historia. No es el final de yihadismo ni el terrorismo internacional al estilo de Barcelona y París, pero sí de un extraño reino, el califato, que dominaba un amplísimo territorio y que provocó uno de los más amplios desplazamientos de población de la historia, cuatro millones de personas, muchas de ellas llegadas a Europa. Quienes hemos vistado los campos de refugiados del Kurdistán sabemos de los sufrimeintos de los que lo perdieron todo con la llegada de estos monstruos. Casas, coches, colegios, carreras profesionales. Una barraca de un campo ha sido la humilde y sufrida morada estos años de cristianos y yasidíes, muchos de los cuales ya no volverán a unos de los más antiguos territorios de la cristiandad, donde aún se habla el arameo, la lengua de Cristo, porque se han asentado en todo el mundo, desde Australia a los Estados Unidos. Nos quedan las horribles estampas de los ajusticiados en teatros romanos, en plazas y playas, degollados delante de los niños y los adultos de las multitudes obligadas a asistir. La gente ahogada en jaulas sumergidas. Los torturados sin piedad. Todos filmados para escarnio y horror de la humanidad. Bienvenido el fin de la guerra, empieza la reconstrucción.

Y, en España, volvió el macho. Él. El de coleta bruñida y grueso rizo. El del gesto viril contenido por un bolígrafo o un micrófono en este caso, para disimular un xceso de autoridad. 

Pablo Iglesias eligió la pequeña plaza del Reina Sofía, que apenas llenó, para pedir disculpas por las peleas del partido y las salidas de Bescansa, Errejón y hasta el tato. Parecía humilde, pero al final volvió a su tono enfadado y desafiante, arremetiendo contra los que se fueron.

Puso a caldo a la banca, a los poderosos y a los medios, dijo que 20 familias gobernaban España y que él iba a dominar a todos.

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Pilar García Muñiz

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