Vamos al buscador de los buscadores y ponemos dos palabras: universidad y felicidad. Y curiosamente encontramos muchos contenidos, entre ellos una universidad situada en la cuna de las universidades, Salamanca, y que luce con orgullo ese nombre, el de Universidad de la Felicidad. Acabamos de celebrar el Día Mundial de la Felicidad, el 20 de marzo, y llega la reflexión: la educación superior, la que se genera en las aulas universitarias, debería ser la mayor fabricante de endorfinas. ¿Qué mayor felicidad que el conocimiento, impartido por los que, en teoría lo poseen en mayor grado? Mario Vargas Llosa recibía el Premio Cervantes con estas palaras: “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio". La cultura, el conocimiento, la sabiduría, puede llegar a ser lo más cercano a la felicidadY añadía el Premio Nobel: “Escribir se volvió una manera de protestar, de resistir, de rebelarme”. Esa debe ser la rebeldía más cercana a la felicidad. Porque nace de lo que no pueden quitarnos desde el nacimiento de la imprenta: del acceso a la cultura."La felicidad es el estado de ánimo que se complace en la posesión del bien", lo dice la RAE, así que unimos felicidad y universidad y ponemos el foco en el Instituto Europeo de Psicología Positiva. También hablamos sobre debate, de licenciados que cruzan el charco en búsqueda de nuevas oportunidades y de cómo estudiar inglés en España. Todo sin olvidar la música.