Tender la mano a un amigo que necesita nuestra ayuda siempre ha sido una tarea fácil pese a que sorprendentemente, algunas veces seamos capaces de no hacerlo. Pero tender la mano a chicos y chicas en riesgo de exclusión social, cuyo pasado puede ser en ocasiones muy desfavorable, solo está al alcance de unos pocos. Chema y Beatriz son dos de estos corazones que, desde hace varios años, entregan diariamente todo lo que tienen a quienes no poseen nada: “Hace seis años se acercaron los chicos del centro de ayuda al inmigrante de Tetuán, a ver si por medio de la cocina les sacábamos para delante”.

Un proyecto sin lugar a dudas arriesgado, donde pusieron todas sus ganas e ilusión pese a lo complicado que puede parecer desde fuera esta idea tan alocada. Sin embargo, el tiempo está para dar la razón a quienes más trabajan por conseguirla, y una vez más, fue así: “Estábamos alucinados porque venían todos los días, y el 50% de esos chicos fueron contratados posteriormente”.

Seguramente no haya bolígrafos en el mundo que pudieran plasmar la cantidad de historias, a cada cual más complicada, que llevan tatuadas estos chicos en su corazón. “Tenemos chicos cuyos padres abandonaron nada más llegar a España. Algunos están metidos en todo tipo de líos, tampoco entramos en juzgarles, nos interesa que aprendan”, explica Chema con total naturalidad, incluso con un toque de humor. Lo que para nosotros puede parecer un hecho sorprendente, para él se ha convertido en su pan de cada día, un pan que moldea con mucho tacto y dedicación.

Y es que, ante testimonios tan frágiles y delicados como estos, solo cabe poner corazón y trabajo: “Un chico nos contó que asesinaron a su padre en la República Dominicana y tuvo que venirse con su familia aquí. Otro de los chavales tiene 289 robos a sus espaldas”.

Sin embargo, cabe preguntarse también cómo surge esta idea, como salió adelante este proyecto, y ante esta cuestión, Chema tenía la respuesta: “Yo era la oveja negra de la familia, pero me cogió mi maestro Iñaki, y me di cuenta de que en la cocina se me daban muy bien las cosas”. Y tras muchos años perfeccionando su técnica, quiso ponerla en servicio de todos los que quisieran coger un trocito: “Llegó un momento donde pensé que podría hacer lo mismo y ayudar a estos chicos”.

De la misma forma, Beatriz, nos explicaba desde el corazón el por qué quiso aventurarse en este arriesgado proyecto: “Estos chicos me enamoraron, al final te das cuenta de que son niños. Hay que saber de dónde vienen y por qué han terminado aquí”. Y quizás, una de las dudas que queda por resolver sea por qué utilizar la cocina como herramienta para moldear este grupo de personas. La respuesta por parte de Chema, una vez más, al punto: “La meta en la cocina es inmediata, mi meta es hacer un plato, lo ven y se lo comen. La autoestima empieza a subir porque comienzan a recibir aplausos de sus entornos”.

Para cerrar la entrevista, Beatriz quiso mandar un mensaje a todas las personas que puedan ver como una locura este gesto, y que, en algunos casos, no tenderían la mano a un grupo de chicos en riesgo de exclusión: “Qué harías tú si esto le pasara a cualquiera de tus hijos, ¿No les ayudarías?”