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TOROS SAN ISIDRO

Del desencanto general al reivindicativo triunfo bajo el aguacero de Toñete

Javier López

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22:20

Javier López

Una tarde que se iba por los derroteros del desencanto al ver cómo se les marchaba a los de luces una buena novillada del Conde de Mayalde, se tornó de repente en un meritorio triunfo de una oreja para Toñete en el sexto, sobreponiéndose al tremendo aguacero que descargaba en ese momento del cielo de Madrid.

El ruedo de Las Ventas se convirtió en una piscina olímpica en cuestión de segundos, el mismo tiempo que tardaron los tendidos en vaciarse prácticamente por completo. Solo quedaron algunos valientes sobre la piedra calada, los únicos que aguantaron y disfrutaron de verdad de la dimensión de la faena de Antonio Catalán.

Y es que lo que cayó fue la mundial. Agua para llenar cuatro embalses y, peor aun, un viento de tormenta que hacía ingobernables los avíos; con el peligro que eso conlleva cuando delante hay un animal que coge por igual tanto si nieva como si hace sol.

Ahí estuvo la reivindicación personal del heredero hotelero, que calló muchas bocas, sobre todo aquellas que le señalaban y juzgaban de antemano por la supuesta facilidad de haber llegado hasta donde ha llegado y de haber toreado lo que ha toreado solo por el mero hecho de nacer en el seno de una familia de bien y acomodada.

"¿Cómo se puede dedicar a ser torero un chico que ya de cuna tiene la vida resuelta?" Se preguntaba un corrillo de supuestos aficionados en los prolegómenos del festejo, cuando el sol todavía se dejaba ver en el cada vez más grisáceo cielo madrileño.

La respuesta les llegaría dos horas más tarde, cuando Toñete, desataviado de etiquetas y supuestos prejuicios, hundió las zapatillas en el barrizal, se olvidó de las inclemencias y se puso a torear al noble sexto en una faena emocionante por sincera, y en la que también hubo encaje, expresión y gusto en la interpretación.

Es verdad que quizás faltó mayor conjunción, más rotundidad, pero lo que hizo el madrileño fue de una notable valía, por eso, tras la estocada, no se debería poner ningún pero a la oreja que vino a recompensar tanto esfuerzo.

Además de este pasaje, la primera novillada de San Isidro trajo consigo otros aspectos también interesantes y que no deberían pasar por alto. Fundamentalmente el buen envío en conjunto que lidio el Conde de Mayalde, con al menos cuatro de seis utreros con más posibilidades de lo que les hicieron sus lidiadores.

El propio Toñete no pasó de aseado con el novillo de su debut en Madrid, el tercero, un animal noble, dócil, de los que dejan estar a gusto, y con el que, sin embargo, el madrileño no pasó de la zona de confort en una labor correcta, de oficio, pero ayuna de emoción.

El otro debutante de la tarde, Alfonso Cadaval, anduvo con muchas ganas, lo que se dice estar "en novillero", con un segundo que, pese a mansear, exigió en el último tercio, moviéndose con mucha transmisión. El sevillano demostró tanta entrega en lo accesorio como poco fuste en lo fundamental.

Con el quinto, uno de los garbanzos negros por falta de raza y escaso fondo, Cadaval se alargó más de la cuenta en una labor que ya de inicio se veía que no iba a ir a ninguna parte.

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Y algo parecido, o peor, le pasó a Pablo Atienza. Después de mostrar el buen corte que atesora con un "parte plaza" muy venido a menos hasta que se rajó, se diluyó por completo con el mejor novillo de la función, el cuarto, sin acoplarse y amontonándose en un sinfín de pases y más pases.

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FICHA DEL FESTEJO.- Novillos del Conde de Mayalde, bien presentados, aun con desigualdades de hechuras entre los seis, y de juego también variado. El primero se desfondó pronto; exigente y con transmisión, el segundo; noble y dócil, aun faltándole un punto de raza, el tercero; bueno y con movilidad, el cuarto; apagado y sin raza, el quinto; y manejable y a menos, el sexto.

Pablo Atienza, de grana y oro: estocada atravesada que "hace guardia" y cuatro descabellos (silencio tras aviso); y estocada ligeramente atravesada, descabello y el novillo se echa (silencio tras dos avisos).

Alfonso Cadaval, de corinto y oro: estocada traserilla (ovación tras leve petición); y estocada muy tendida y tres descabellos (silencio).

Antonio Catalán "Toñete", de azul pavo y oro: pinchazo y bajonazo (división al saludar); y estocada (oreja).

En cuadrillas, impecable brega de Agustín Serrano al tercero.

La plaza registró dos tercios de entrada (15.763 espectadores, según la empresa) en tarde que amenazó tormenta y con tremendo aguacero en el sexto.

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