Han pasado ocho años desde que Michael O'Leary, el dueño de Ryanair, insinuara a los periodistas que podrían incluir una tarifa a sus pasajeros por usar el baño en los aviones. La medida no era baladí. Habían perdido 35 millones de dólares entre octubre y diciembre de 2008, y estaban cerrando mostradores de facturación a mansalva para intentar frenar el enorme impacto de la crisis económica.

Las asociaciones de consumidores se le echaron encima enseguida. No podían concebir que las aerolíneas de bajo coste estuvieran tan desesperadas como para negar un servicio gratuito tan importante y necesario en sus vuelos. Sin embargo, ocho años más tarde, la aerolínea canadiense Swoop ha llevado la medida más allá.

No solo impodrá una tasa de un dólar por minuto por usar sus servicios a bordo, sino que impedirá a los pasajeros introducir en el avión cualquier objeto de limpieza personal como toallitas o cremas. La primera sesión será de treinta minutos, y se podrán contratar servicios adicionales como aerosoles perfumados para evitar los malos olores o papel de baño especialmente diseñado para los más pequeños.

Solo se podrá pagar con tarjeta, y será obligatorio lavarse las manos después de cada uso para que los siguientes pasajeros puedan acceder con comodidad. Steven Greenway, el fundador de la compañía, pensó la idea tras una rueda de prensa en febrero, cuando los periodistas le preguntaron si su modelo a la carta supondría pagar por utilizar el baño. 

Los dirigentes de la empresa analizaron la propuesta y concluyeron que hay costos asociados con la oferta de servicios a bordo del lavabo que no tenían por qué pagar solo ellos: mantenimiento, agua, limpieza, etcétera. "Ya que no todos los viajeros necesitan usar el baño en un vuelo, es lógico que el uso de esos servicios solo cueste a las personas que lo emplean y no a aquellos que no lo hacen", añade como explicación Greenway.