AUDIENCIA DEL MIÉRCOLES, 24 DE MAYO DE 2017

Francisco recuerda que la Iglesia está destinada a la calle y pide por Ucrania

Miles de peregrinos esperaban como cada miércoles, la Audiencia del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, en Roma. En este 24 de mayo, VI miércoles de Pascua y Fiesta de María Auxiliadora, el Pontífice centró su catequesis en el Pasaje de los discípulos camino de Emaús que se encuentran con el Resucitado:

Redacción Religión/Radio Vaticano

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera detenerme en la experiencia de los dos discípulos de Emaús, del cual habla el Evangelio de Lucas (Cfr. 24,13-35). Imaginemos la escena: dos hombres caminaban decepcionados, tristes, convencidos de dejar atrás la amargura de un acontecimiento terminado mal. Antes de esa Pascua estaban llenos de entusiasmo: convencidos de que esos días habrían sido decisivos para sus expectativas y para la esperanza de todo el pueblo. Jesús, a quien habían confiado sus vidas, parecía finalmente haber llegado a la batalla decisiva: ahora habría manifestado su poder, después de un largo periodo de preparación y de ocultamiento. Esto era aquello que ellos esperaban, y no fue así.

Los dos peregrinos cultivaban sólo una esperanza humana, que ahora se hacía pedazos. Esa cruz izada en el Calvario era el signo más elocuente de una derrota que no habían pronosticado. Si de verdad ese Jesús era según el corazón de Dios, deberían concluir que Dios era inerme, indefenso en las manos de los violentos, incapaz de oponer resistencia al mal.

Así, esa mañana de ese domingo, estos dos huyen de Jerusalén. En sus ojos todavía están los sucesos de la pasión, la muerte de Jesús; y en el ánimo el penoso desvelarse de esos acontecimientos, durante el obligado descanso del sábado. Esa fiesta de la Pascua, que debía entonar el canto de la liberación, en cambio se había convertido en el día más doloroso de sus vidas. Dejan Jerusalén para ir a otra parte, a un poblado tranquilo. Tienen todo el aspecto de personas intencionadas a quitar un recuerdo que duele. Entonces están por la calle y caminan. Tristes. Este escenario – la calle – había sido importante en las narraciones de los evangelios; ahora se convertirá aún más, desde el momento en el cual se comienza a narrar la historia de la Iglesia.

El encuentro de Jesús con esos dos discípulos parece ser del todo casual: se parece a uno de los tantos cruces que suceden en la vida. Los dos discípulos caminan pensativos y un desconocido se les une. Es Jesús; pero sus ojos no están en grado de reconocerlo. Y entonces Jesús comienza su “terapia de la esperanza”. Y esto que sucede en este camino es una terapia de la esperanza. ¿Quién lo hace? Jesús.

Sobre todo pregunta y escucha: nuestro Dios no es un Dios entrometido. Aunque si conoce ya el motivo de la desilusión de estos dos, les deja a ellos el tiempo para poder examinar en profundidad la amargura que los ha envuelto. El resultado es una confesión que es un estribillo de la existencia humana: «Nosotros esperábamos, pero Nosotros esperábamos, pero …» (v. 21). ¡Cuántas tristezas, cuántas derrotas, cuántos fracasos existen en la vida de cada persona! En el fondo somos todos un poco como estos dos discípulos. Cuántas veces en la vida hemos esperado, cuántas veces nos hemos sentido a un paso de la felicidad, y luego nos hemos encontrado por los suelos decepcionados. Pero Jesús camina: Jesús camina con todas las personas desconsoladas que proceden con la cabeza agachada. Y caminando con ellos, de manera discreta, logra dar esperanza.

Jesús les habla sobre todo a través de las Escrituras. Quien toma en la mano el libro de Dios no encontrará historias de heroísmo fácil, tempestivas campañas de conquista. La verdadera esperanza no es jamás a poco precio: pasa siempre a través de la derrota. La esperanza de quien no sufre, tal vez no es ni siquiera eso. A Dios no le gusta ser amado como se amaría a un líder que conduce a la victoria a su pueblo aplastando en la sangre a sus adversarios. Nuestro Dios es una farol suave que arde en un día frío y con viento, y por cuanto parezca frágil su presencia en este mundo, Él ha escogido el lugar que todos despreciamos.

Luego Jesús repite para los dos discípulos el gesto-cardinal de toda Eucaristía: toma el pan, lo bendice, lo parte y lo da. ¿En esta serie de gestos, no está quizás toda la historia de Jesús? ¿Y no está, en cada Eucaristía, también el signo de qué cosa debe ser la Iglesia? Jesús nos toma, nos bendice, “parte” nuestra vida – porque no hay amor sin sacrificio – y la ofrece a los demás, la ofrece a todos.

Es un encuentro rápido, el de Jesús con los discípulos de Emaús. Pero en ello está todo el destino de la Iglesia. Nos narra que la comunidad cristiana no está encerrada en una ciudad fortificada, sino camina en su ambiente más vital, es decir la calle. Y ahí encuentra a las personas, con sus esperanzas y sus desilusiones, a veces enormes. La Iglesia escucha las historias de todos, como emergen del cofre de la conciencia personal; para luego ofrecer la Palabra de vida, el testimonio del amor, amor fiel hasta el final. Y entonces el corazón de las personas vuelve a arder de esperanza. Todos nosotros, en nuestra vida, hemos tenido momentos difíciles, oscuros; momentos en los cuales caminábamos tristes, pensativos, sin horizonte, sólo con un muro delante. Y Jesús siempre está junto a nosotros para darnos esperanza, para encender nuestro corazón y decir: “Ve adelante, yo estoy contigo. Ve adelante”

El secreto del camino que conduce a Emaús es todo esto: también a través de las apariencias contrarias, nosotros continuamos a ser amados, y Dios no dejará jamás de querernos mucho. Dios caminará con nosotros siempre, siempre, incluso en los momentos más dolorosos, también en los momentos más feos, también en los momentos de la derrota: ahí está el Señor. Y esta es nuestra esperanza: vayamos adelante con esta esperanza, porque Él está junto a nosotros caminando con nosotros. Siempre.

Después de su alocución, y tras un breve resumen en los diferentes idiomas,el obispo de Roma volvió a hacer un llammaiento por la paz:

«Saludo a los peregrinos ucranianos que han participado en la peregrinación militar internacional a Lourdes y sigo invocando al Señor por la paz para la querida tierra ucraniana».

El anhelo de tantas personas hoy es el de encontrar a Jesús y de que Él nos encuentre

En su bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en especial a los provenientes de Siria, Tierra Santa y Oriente Medio, el Papa Francisco hizo hincapié en el tema central de su catequesis, sobre Emaús y el camino de la  esperanza cristiana:

«Hoy, tantas personas viven la experiencia de los dos discípulos de Emaús, con el corazón desgarrado por guerras y desilusiones: viven la necesidad de encontrar a Jesús y de ser encontrados por Él. En realidad, sólo el Resucitado puede reencender, en ellos y en la humanidad desilusionada, la llama de la esperanza que nunca defrauda. Que el Señor los bendiga a todos y los proteja del maligno»

En la alegría del Señor Resucitado, el Obispo de Roma renovó su invocación al amor misericordioso de Dios, nuestro Padre, sobre todos. Y, en su cordial saludo a los  polacos, reiteró su exhortación a buscar y confiar siempre en el amparo de la Madre de Dios:

«Todo hombre, en los momentos difíciles de la vida, se siente perdido y no sabe qué hacer. Necesitamos el apoyo de alguien, una ayuda, un consejo, sobre todo en ámbito espiritual. La memoria de la Bienaventurada Virgen María Auxiliadora, que recordamos hoy nos hace tomar conciencia de la grandeza del don de la protección de la Madre del Hijo de Dios sobre cada uno de nosotros. Encomendémosle precisamente a Ella nuestra vida. Cuando estemos en duda invoquemos sin cesar su amparo: ¡María Auxiliadora interceda por nosotros! ¡Alabado sea Jesucristo!

El Papa Francisco invocó a Nuestra Señora de Sheshan en la Jornada de Oración por la Iglesia en China:

«Hoy quiero saludar también en especial a los peregrinos de Hong Kong en el día de la Virgen de Sheshan, que ella los proteja».

La Virgen María auxilio de los cristianos estuvo presente también en las palabras del Papa en su saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:

«Hoy celebramos la memoria de María Auxiliadora, auxilio de los cristianos. Queridos jóvenes, aprendan a amar siguiendo la escuela de la Madre de Jesús; queridos enfermos, en el sufrimiento rueguen la celestial intercesión de la Virgen Santa con el rezo del Rosario; y ustedes, queridos recién casados, al igual que la Virgen, sepan  escuchar siempre la voluntad de Dios sobre vuestra familia»

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