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Dependa est Rajoy

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 01:49

Me ha producido cierta pena ver en directo la caída de Mariano Rajoy y lo que será su despedida de la vida política. Pero más tristeza me produce el oportunismo con que Pedro Sánchez va a ser presidente de un Gobierno con enemigos del Estado, sin pasar al menos por las urnas, gracias el apoyo interesado de todos los que no podían soportar a “la derecha”.

Pero este sentimiento de pesadumbre no me impide, como periodista, reconocer las grandes torpezas cometidas por un político de raza que realmente se creía en posesión de una especie de bula general por su gestión de la crisis económica. Rajoy estaba realmente obsesionado con la economía, acaso imbuido por la victoria de Bill Clinton cuando le espetó al engreído y estupefacto George Bush padre aquello de “!Es la economía, imbécil!”.

Pues no, no era solo la economía señor Rajoy. Su primer gran error fue olvidarse de que, con su mayoría absoluta, tenía sobre la mesa, después del desastre del paso de Zapatero por La Moncloa, otras asignaturas que buena parte de los electores le exigía aprobar. Entre ellas la abolición de la nefanda ley del aborto, la ley de memoria histórica, la ley de enseñanza –al final, la reforma del desaparecido Ignacio Wert fue una chapuza- y otras leyes que ya anticipaban la primacía de la ideología de género. Añádase a ello el descuido de la protección de la familia, la despoblación de España, la errática política de inmigración, la proliferación de los acosos sexuales y la violencia de género, las desigualdades salariales… Había que sacar a España de la crisis, había que rebajar la prima de riesgo, había que paralizar el rescate, había que impedir la desaparición de Caja Madrid… ¡Si claro, sin descuidar lo demás!

¡Economía, economía…! Todavía ayer mismo, en el debate de la moción de censura, volvía a repetir la cantinela de la recuperación económica que ha permitido unos presupuestos que, oh paradoja, se verá obligado a aplicar ahora Pedro Sánchez como peaje al respaldo del PNV. Puede que ahora Rajoy empiece a entender mejor que nunca debió descuidar la atención a los votantes que le dieron tantos escaños que, en el fondo, no llegó a digerirlos. Y, sobre todo, también podrá analizar con más reposo sus fallos en la política informativa, en una época marcada por las “fake news” y las realidades virtuales que tanto se prodigan en las cadenas de televisión que dejó en manos de sus peores enemigos, los que han aupado a Podemos y el separatismo.

Por cierto ¿sabe ya el señor Rajoy porqué ganó Ciudadanos en Cataluña después del 155? ¿Se ha dado cuenta de que una sociedad desorientada y confusa, en pérdida acelerada de valores, solo sigue a quien demuestra valentía y arrojo en defensa de sus convicciones?

Será muy edificante que un día se ponga a escribir sus memorias y reconozca en qué ha fallado en estos años azarosos en los que ha podido relegar al cajón de la historia a un PSOE que dejó al país en ruinas. ¡Que paradoja que haya sido su más endeble adversario -¿enemigo?- el que, al final, le haya birlado la cartera de presidente del Gobierno, a plena luz del día.

¿Ha sido todo culpa de la corrupción, de Gurtel, de la debacle valenciana? Claro que ha tenido su parte de culpa. Rajoy, en definitiva, no supo reaccionar en su día ante la multiplicación de los corruptos que se beneficiaron de su poder en el partido. ¿Quién se acuerda ya de las medidas adoptadas por el Gobierno para mejorar la transparencia e impedir nuevas casos de corrupción? Sin duda fueron muchas, pero ¿fueron eficaces? ¿Llegaron al cuerpo electoral?

Fijémonos en la sordina que algunos medios han puesto al caso de los Eres fraudulentos de Andalucía y, estos días, a la financiación ilegal del PSOE en Valencia. Sánchez se permite afirmar, incluso, que los inventores de los fraudes andaluces, Chaves y Griñan –no sabía nada de nada cuando los principales testigos les acusan de saber todo de todo- ya asumieron sus responsabilidades con sus dimisiones como congresistas. ¡Y un jamón! Lo hicieron porque, de lo contrario, Ciudadanos no hubiera apoyado al Gobierno de Susana Díaz: Pero ahí siguen, negándolo todo, exactamente igual que Rajoy declaraba ante los jueces que ahora lo han dejado desnudo…

Bien ha dejado escrito para siempre el Papa Francisco que la corrupción es el peor de los pecados, porque el corrupto no se siente nunca culpable y por ello no puede arrepentirse. ¡Ay, don Mariano Rajoy, da usted pena, penita pena. Y eso me entristece porque ha pagado los platos rotos por algunos de sus amigos y porque pudo haber sido el mejor presidente que haya tenido España desde que volvió la democracia. Y solo se la recordará por una sentencia provisional que, sin condenarle, le ha quitado su credibilidad por no haber sido más firme y contundente con los delincuentes que tenía dentro de su casa. Y una pregunta final ¿se podrá proceder legalmente contra estos magistrados que le han robado el honor, una vez que el Supremo se pronuncie en contra de la maldita sentencia?

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