Miguel Díaz-Canel entró el miércoles acompañando a su mentor, Raúl Castro, a la Asamblea Nacional cubana y todos rompieron en aplausos. Saldrá el jueves como el nuevo jefe de Estado y de gobierno de Cuba, culminando el proceso de relevo generacional del que La Habana lleva años hablando, pero tendrá a su lado a históricos como el octogenario Ramiro Valdés, uno de sus vicepresidentes.

No había más candidaturas, con lo que no hubo sorpresas. Quizás la única, que Castro no fuera propuesto para continuar en el Consejo de Estado, con lo que limitará su papel al de líder del todopoderoso Partido Comunista.

A la espera de sus primeras palabras, este ingeniero de 57 años es para el oficialismo es unos el político mejor preparado de Cuba. Para los disidentes, se trata de un títere de Raúl. Y en la calle lo definen como un hombre “normal”, todo un adjetivo en un país donde la personalidad apabullante de Fidel Castro reinó hasta su muerte en noviembre de 2016.

Nacido en el centro de la isla, en Villa Clara, lo recuerdan en su tierra como un líder carismático pero desde que Raúl lo llamó para integrarse al gobierno, primero como ministro de Educación (2009), luego como vicepresidente (2012) y más tarde como primer vicepresidente (2013) -su mano derecha-, tiene un perfil bajo que hace que muchos cubanos no sepan qué esperar de él.

Por un lado, algunos recuerdan que de joven era un amante de los Beatles -en la época en la que el rock estaba prohibido-, que es un defensor de las nuevas tecnologías y alaban su cierta cercanía como cuando en marzo se presentó en público junto a su esposa, algo inusual entre los miembros del gobierno.

Por otro, nadie cuestiona su fidelidad al Partido Comunista y el año pasado suscitó mucha polémica cuando se filtró en las redes un vídeo suyo en el que apostaba sin tapujos por censurar a ciertas páginas de Internet “agresivas contra la Revolución”. “Se las vamos a cerrar (...) y que se arme el escándalo que se quiera, que digan que censuramos, está bien, aquí todo el mundo censura”.

“No sé cual será su posición”, reconoce Diana Soler una psicopedagoga de La Habana que cree que el gobierno lleva meses “circulando” a Díaz-Canel, sobre todo desde el huracán Irma, con el objetivo de que la gente lo vaya reconociendo y que lo acepte.

Pero para ello, más a allá de la ideología, hay un solo tema en el que todos los cubanos coinciden: un buen gobierno será el que resuelva los actuales problemas económicos de la isla. Y para Soler, el camino es abrirse a las inversiones.