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CRISIS CATALUÑA (Entrevista)

M.Blanch: La República catalana no se ha perdido porque no se ha tenido nunca

El exsecretario de Comunicación del Govern durante la etapa de Artur Mas (2010-2016), Josep Martí Blanch, considera que "la República no se ha perdido porque no se ha tenido nunca" y que la declaración unilateral de independencia fue fruto de la imposición de las tesis de una parte del soberanismo.

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:09

El exsecretario de Comunicación del Govern durante la etapa de Artur Mas (2010-2016), Josep Martí Blanch, considera que "la República no se ha perdido porque no se ha tenido nunca" y que la declaración unilateral de independencia fue fruto de la imposición de las tesis de una parte del soberanismo.

En una entrevista con Efe con motivo de la publicación de su nuevo libro, "Cómo ganamos el proceso y perdimos la República", ha argumentado que "el Estado no ha asumido que es plurinacional" y ha vaticinado que la crisis catalana puede acabar desembocando tanto en un "proceso recentralizador" como en "una secesión efectiva".

"Queriéndolo todo, se perdía todo. La República nacía muerta. Si en 1976, en Cataluña la reivindicación era 'libertad, amnistía y estatuto de autonomía', al finalizar 2017 sería 'recuperar las instituciones y liberar a los presos políticos', prácticamente lo mismo pero con diferentes palabras. Del todo a la nada", enfatiza en uno de los pasajes del libro.

Especialmente crítico con el papel de la CUP a lo largo del proceso soberanista (en el libro afirma que la entrada de los anticapitalistas en el Parlament fue "una verdadera china en los zapatos" y "un dolor de muelas permanente"), Martí aboga por que los partidos independentistas se acerquen a la órbita de los comunes para "ensanchar la base" del soberanismo: "La CUP no puede ser una parte nuclear de este proyecto", sostiene.

El exsecretario de Comunicación reconoce que ha escrito el libro como si estuviese conduciendo un deportivo "en tercera" por "lealtad a las personas que le han dado su confianza" y porque muchos de los nombres citados se encuentran con procesos judiciales abiertos.

El autor afirma que el Estado "perdió el 1-O" al efectuar cargas policiales contra los votantes, aunque afirma que el soberanismo, "lejos de aprovechar este capital político, lo dilapidó haciendo una declaración unilateral de independencia".

No considera, sin embargo, que la respuesta a la crisis catalana vaya a traducirse en una mayor fortaleza del Estado: "Un Estado fuerte no envía a miles de policías a pegar a la gente. Eso lo hace un estado débil. Un Estado fuerte dice que esto es papel mojado y que lo que harán será una fiesta mayor. O un Estado fuerte se atreve a detener a los comandantes del 1-O antes de hacer el 1-O".

Aún así, cree que el 1-O no se celebró un referéndum en Cataluña, sino "un acto de heroicidad o de dignidad", que no dio "un mandato para hacer nada" pero sí que le otorgó "una carga de legitimidad política a la jornada", sobre todo a nivel internacional.

Sobre el libro planea la idea de que el soberanismo cometió un error de cálculo a lo largo del proceso que acabó desembocando en "decisiones erróneas", y sitúa este punto en la lectura "voluntariosa" de los resultados de las elecciones del 27S de 2015, que, bajo su punto de vista, no dieron un mandato que justificase acabar declarando la independencia de manera unilateral.

Y es aquí donde cree que Mas cometió un error al "colaborar" con esta interpretación: "No le culpo de haber avanzado las elecciones, todos compartíamos esa decisión. A mí me parece que el proceso tiene sentido, pero él participa de la lectura voluntariosa del 27S y ayuda a crear una narrativa que se aguanta sobre pies de barro".

Sobre el papel de las entidades soberanistas, considera que el proceso las ha "entronizado" y que los partidos tenían "pánico" a que en un momento determinado estas entidades "les pudiesen sacar tarjeta amarilla o a avergonzarlos en público".

También cree que ejercieron un rol de "lobby" en la toma de decisiones relevantes, que para él deberían dejarse únicamente en manos de los partidos: "Las decisiones en política, y más desde las instituciones, quien tiene toda la información y la responsabilidad para asumir el coste es quien tiene el mandato para hacerlo".

Pese a que pueda parecer que la idea subyacente del libro es una defensa de la "tercera vía", no ve posible un escenario en el que "los independentistas tengan que aceptar que su proyecto no tiene sentido y el Estado tenga que aceptar que le sale a cuenta reformarse".

"El Estado tiene que asumir que no puede ganar en Cataluña del mismo modo que ganó en el País Vasco. Porque aplicar una lógica de violencia en un lugar donde no la hay no es manera", responde al ser preguntado por cómo es posible el cambio en el 'statu quo' a nivel nacional que plantea en el libro.

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