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Cuba abandona el apellido Castro

La Asamblea elegirá a un nuevo presidente: el primero que, por primera vez en seis décadas, no llevará el apellido Castro

Cuba abandona el apellido Castro
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Enviada especial a La Habana (Cuba)

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 09:43

Cuba se prepara para iniciar una nueva etapa… pero a su ritmo, pausadamente. La Asamblea, que se constituye este miércoles, elegirá a un nuevo presidente, el primero que, por primera vez en seis décadas, no llevará el apellido Castro y que, si se cumple lo previsto, habrá nacido después de la Revolución de 1959 y no será un militar, todo un mensaje en un país donde los símbolos son para algunos casi más importantes casi que la realidad.

Culminará así un proceso de sucesión iniciado por el propio Fidel en 2006, cuando enfermó y delegó en su hermano Raúl -primero de forma temporal y ya de forma definitiva en 2008-, una de las transiciones más “cuidadosamente diseñadas” de América Latina y de todos los países comunistas, en palabras del académico de la universidad de Texas Arturo López Levy.

Año y medio después de la muerte de Fidel, Raúl Castro deja su puesto como jefe de estado y de gobierno pero se mantendrá al frente del partido único, el Partido Comunista de Cuba (PCC), y con gran influencia en el ejército, donde su hijo Alejandro Castro es una figura destacada.

Previsiblemente le sustituirá Miguel Díaz-Canel, mano derecha de Raúl, de 57 años y representante de una generación alejada de la épica revolucionaria, mucho más desconocida para los cubanos pero más cercana a la realidad mundial del siglo XXI. 

En las calles de La Habana, mientras tanto, hay bastante apatía. Los cubanos saben que esté será un paso más de un proceso que pocos tienen claro adónde llegará aunque, en el fondo, todos coinciden en que cualquier cambio concreto en sus vidas tardará en concretarse.

¿QUIÉN MANDARÁ A PARTIR DE AHORA?

Para el historiador cubano Rafael Rojas, del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, por primera vez habrá una separación de funciones entre el gobierno y el PCC y aunque esto no suponga cambios visibles al principio, la división de funciones tendrá una “dimensión simbólica fundamental” porque acabará con la imagen del líder absoluto.

El Partido, según dice la Constitución cubana de finales de los 70, es “la fuerza dirigente superior de la sociedad” por lo que Raúl marcará el paso en los “asuntos estratégicos e ideológicos” y seguirá teniendo “una posición de poder”, apunta Rojas. Pero el presidente es el que tomará las decisiones del día a día, algo que que complica para una figura octogenaria, como es Castro.

“En un primer momento el mensaje [del nuevo presidente] va a ser muy continuista” augura el también profesor asociado de la Universidad de Yale, con lo que no cabe esperar grandes cambios a corto plazo pero sí quizás en un año, dice Rojas. A su juicio, aunque el sucesor de Raúl tendrá presión de los inmovilistas del Partido también la tendrá de los reformistas, la sociedad civil democrática y de la comunidad internacional para que la apertura avance.

DÉCADA "RAULISTA" 

La década de Raúl Castro ha estado marcada por tres elementos: las reformas en lo económico -insuficientes para muchos cubanos y frenadas hace dos años-; el continuismo político -partido único, control de los medios y de la sociedad civil e intolerancia hacia la oposición, a quien tacha de ‘mercenarios’ -; y por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos que pasan por momentos bajos desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca.

A finales de 2010 comenzó una tímida apertura a la iniciativa privada -los llamados cuentapropistas- y fue posible tener legalmente peluquerías, gimnasios, cafeterías, hostales y pequeños negocios que han plagado el país en los últimos años. Asimismo, se relajaron las leyes migratorias, se incentivó la inversión extranjera, se permitió la compra venta de casas y coches, proliferaron los puntos de conexión para internet vía wi-fi y con el deshielo con Estados Unidos, se duplicó la llegada de turistas hasta los 5 millones de visitantes al año.

Sin embargo en 2016, comenzó lo que Rojas llama “la contra-reforma”. Según dijo, el viaje del expresidente Barack Obama a La Habana (marzo 2016), su popularidad y sus referencias a los derechos y libertades básicos irritó a los sectores más inmovilistas del Partido con lo que el discurso oficial cambió, las reformas se frenaron, la presión fiscal a los cuentapropistas creció, la economía se contrajo y el desencanto de aquellos que habían visto una luz al final del túnel aumentó.

El resultado fue un año de recesión y un tímido crecimiento económico en 2017 -apenas el 1,6%- junto a un aumento de los precios, de la desigualdad y la persistencia de una dualidad monetaria que marca las distancias entre quien tiene acceso a pesos convertibles y los que solo viven de su salario oficial en pesos cubanos que valen 24 veces menos.

En el terreno político, la apertura quedó pendiente aunque los cubanos están cada vez más organizados al margen del Partido, coinciden los analistas. Entre los grupos tradicionales de oposición política -muy vinculados al exilio en Miami- y el oficialismo creció una “sociedad civil autónoma y crítica” que lucha por ampliar derechos fundamentales y que , a juicio de Rojas, es una “zona gris muy importante que se subestima”.

Sin embargo, el académico considera que al crecer la sociedad civil también creció la represión porque aunque el gobierno ya no opta por grandes redadas como la de la ‘primavera negra’ de 2003 lleva a cabo una “represión sistemática” y “preventiva” que afecta tanto a los disidentes como, a veces, a esos colectivos que son más o menos permitidos.

De hecho un informe de esta semana de Amnistía Internacional apunta en este sentido, denuncia la falta de avances en derechos civiles y aprovecha el cambio de líder para instar al próximo gobierno a que se abra al diálogo con “toda” la sociedad cubana. Le pide también que permita la entrada de sus observadores de derechos humanos, que facilite el pluralismo y la libertad de expresión, no ejerza la censura (según AI 41 páginas web están bloqueadas por las autoridades) y que armonice las leyes penales a los estándares internacionales.

A la espera de ver los pasos del nuevo liderazgo cubano, las expectativas varían. La líder de las opositoras Damas de Blanco, Berta Soler, asegura que será “más de lo mismo” mientras no haya unas elecciones libres.  

En una reciente columna, el periodista asentado en Miami Carlos Alberto Montaner, considera que “están dadas todas las condiciones para que se produzca un cambio de régimen” dada la “sensación de fracaso generalizado” que tienen los cubanos. “El nuevo presidente va a basar su legitimidad en el cambio”, asegura por su parte el historiador Rojas.

La incógnita, una vez más, es cuánto tiempo tomará en concretarse ese ‘cambio’ y de qué calado será, es decir, si, en primer lugar, cumplirá el deseo más compartido en las calles de la isla más allá de toda política e ideología: vivir un poco mejor.

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