La incertidumbre rodea la llegada del nuevo Presidente a la Casa Blanca. Lo que sí se sabe es que las relaciones con México van a verse fuertemente alteradas. De hecho, en México ya se han tomado algunas decisiones muy significativas. Por ejemplo, el nombramiento de un nuevo embajador para Estados Unidos pocos días después de que el ex Secretario de Hacienda, artífice del viaje a México del candidato Trump, haya pasado a ocupar la Cartera de Relaciones Exteriores. Sumemos a esta decisión que a día de hoy el precio del dólar en México ha alcanzado los 22 pesos, o que Ford ha decidido cerrar su proyecto de creación de una nueva planta en San Luís Potosí. Se espera que hagan lo mismo otras grandes empresas como General Motors y Carrier, a las que Trump ha amenazado con un impuesto transfronterizo. También está la machacona insistencia en levantar un muro entre ambos países, las amenazas en materia migratoria y las noticias acerca de la cancelación del Tratado de Libre Comercio. Pero México tiene muchos deberes pendientes, al margen de los quebraderos de cabeza que le proporcione Donald Trump. Desarrollar una política interna de industrialización, mejorar las condiciones salariales de los trabajadores, perseguir la corrupción, invertir en industria agrícola para abastecer el mercado interno, luchar seriamente contra el todopoderoso sindicato de educación y enfrentarse al narcotráfico de manera inteligente son algunas de las tareas que Peña Nieto tiene por delante. Trump es solo un problema más en un México que ya está pensando en las elecciones de 2018.