Contra lo que se esperaba, no procede de Europa del este ni tampoco es una mujer, pero resulta difícil imaginar hoy a una persona que pudiera suscitar tanta unanimidad como Antonio Guterres. El próximo secretario general de la ONU es un católico portugués que siempre ha estado comprometido en causas sociales. Su militancia socialista no le impidió nunca mantener excelentes relaciones con los conservadores, y su etapa de gobierno en Portugal se recuerda como un ejercicio permanente de diálogo y mano tendida. De todas esas habilidades tendrá que echar mano Guterres en un momento convulso, marcado por la crisis de refugiados y guerras abiertas en Siria, Irak, Yemen o Sudán del Sur. Su mandato al frente de ACNUR le da un conocimiento directo de todos estos frentes, y le reafirma en la convicción de que las Naciones Unidas deben centrar su labor mucho más en la prevención, dado que los equilibrios de poder complican después extraordinariamente la mediación en conflictos. La ONU está lejos de ser una autoridad mundial, promotora de la paz y los derechos humanos. Su estructura sigue reflejando el equilibrio de fuerzas surgido de la II Guerra Mundial y es más que evidente la necesidad de reformas. Pero mientras tanto, cuestiones como el calentamiento global o la prevención de guerras requieren a un político experimentado como Guterres al frente.