38 mártires de Albania fueron beatificados ayer en una ceremonia de gran simbolismo, que supuso también un acto de justicia histórica y reconciliación con el pasado, tras la persecución religiosa durante los 40 años que duró el régimen comunista. La misma catedral en la que se celebró la misa fue convertida en un polideportivo, algo similar a lo que les ocurrió a muchas otras iglesias católicas u ortodoxas y mequitas. Sobre todo desde que, en 1967, el país fue declarado oficialmente ateo, se desató una feroz represión con una dureza probablemente sinigual en ningún otro país del este de Europa.Hubo miles de condenas a muerte y a trabajos forzados por delitos como rezar o guardar fidelidad al Papa. Los 38 nuevos beatos vienen a ser una primera muestra de aquella represión. Sus historias de martirio son espeluznantes, pero lo realmente conmovedor son sus testimonios de fe inquebrantable y de perdón a sus verdugos, que interpelan a una sociedad que todavía debe superar muchas heridas abiertas. La propia comunidad católica local empieza poco a poco a florecer entre grandes carencias, a pesar de haber podido dar a la Iglesia universal a una santa tan paradigmática en el siglo XX como fue la Madre Teresa de Calcuta. Dentro de esa comunidad destacaba ayer un anciano sacerdote presente en la beatificación. Se llama Ernest Simoni y es uno de los últimos supervivientes de aquella persecución. Su historia conmovió al Papa hasta las lágrimas durante su viaje a Albania de 2014. Dentro de unos días, será creado cardenal de la Iglesia.