Con algunos matices, se han cumplido las expectativas que marcaban las encuestas pre-electorales en Galicia y en el País Vasco. Las victorias del Partido Popular y del PNV, respectivamente, han sido claras y en ambos lugares el mensaje de estabilidad lanzado por los electores debería ser tenido en cuenta; la irrupción de Podemos ha sido importante; EH-Bildu cae aunque queda como segunda fuerza política en el País Vasco; Ciudadanos no consigue representación en ninguno de los dos territorios; y el Partido Socialista, se mire por donde se mire, ha sufrido una jornada negra. En la comunidad gallega, el PP, con Alberto Núñez Feijoo a la cabeza, ha obtenido un resultado espectacular, revalidando una vez más la mayoría absoluta. En la comunidad vasca, el PNV ha ganado con holgura, aunque lejos de ser suficiente para poder gobernar en solitario, pero es muy elocuente en ambos territorios cómo se ha despeñado el Partido Socialista, que ha vuelto a tocar suelo, empeorando aún más los resultados con los que contaba. En Galicia incluso se ha cumplido uno de los principales temores que tenían los socialistas, puesto que se ha producido el llamado sorpasso por parte de la coalición En Marea. También aquí se cumple, como en el País Vasco, y como ya sucedió en Cataluña, que el PSOE quede desplazado como referente y principal partido de la oposición. En clave nacional es muy difícil que, con este panorama encima de la mesa, Pedro Sánchez pueda seguir vendiendo un optimismo creíble y asegurando que lo mejor que puede hacer es mantener sus posiciones políticas. Ya se ha visto que para España no es así y cada elección que se sucede se muestra de manera más tozuda que tampoco lo es para el propio Partido Socialista.