La posibilidad real de que Pedro Sánchez presida un gobierno apoyado por la extrema izquierdas y los independentistas, merece un análisis sereno de sus consecuencias para la unidad de la nación en torno a los principios de la Carta Magna, para los derechos fundamentales en ella recogidos y para la prosperidad económica y la viabilidad de nuestro sistema de bienestar.  El empeño del líder socialista de ser presidente a costa de lo que sea, es similar a su afán por acabar con Rajoy y por establecer un cordón sanitario en torno al centro-derecha que representa a más de siete millones de españoles. Se trata de una estrategia sectaria, contraria a la voluntad  expresada en las urnas, que puede tener consecuencias de largo alcance para la convivencia. Un frente de izquierdas, controlado por la iniciativa de Podemos y de sus marcas regionales, convertiría a la política española en una permanente competición de estrambóticas ocurrencias al margen de un proyecto de progreso real económico y social. La gestión municipal de los ayuntamientos en los que gobierna Podemos es un buen anticipo de lo que se puede esperar de PSOE secuestrado por ocurrentes políticas denominadas sociales. Colocaría a España en una difícil situación respecto a Europa y sometería el ejercicio del poder al juego de las cesiones de los intereses ideológicos de quienes están más preocupados por cambiar la sociedad según su proyecto ideológico que por resolver los problemas reales de los ciudadanos.