España es el país europeo que más inmigrantes nacionalizó entre 2009 y 2014, según recoge el último estudio de la Fundación de las Cajas de Ahorro. La cifra ronda los cinco millones de personas, dos tercios del total provenientes de América Latina, aunque tampoco es despreciable la cantidad de personas de origen africano. Los datos, destaca Funcas, refutan la consideración de España como uno de los países más restrictivos de Europa para la adquisición del pasaporte. Pero más allá de cuestiones legales, se apuntala la idea de que nuestro país ha sido uno de los más exitosos en la integración de extranjeros. Nada menos que 6 millones llegaron entre 1990 y 2013 sin que ello generara reacciones de tipo xenófobo ni la creación de guetos, como ha sucedido en otras naciones de nuestro entorno. Los inmigrantes vinieron al calor del fuerte crecimiento económico español y por las necesidades de mano de obra. Después se llevaron la peor parte de la crisis, pero instituciones como Cáritas han estado a su lado y la sociedad española ha sabido resistir a la tentación de convertirles en chivos expiatorios. Todo esto debería ser motivo de orgullo. Las políticas migratorias podrán ser en cada momento más o menos acertadas, pero esa actitud acogedora de la ciudadanía es un elemento de enorme valor, y debemos trabajar para conservarla.