Desde bien pequeño cogió una Gibson Les Paul Custom y fundó un grupo con 14 años. Se llamarían Los Diablos del Rock, después Los Ídolos y por fin, Los Canarios, que aprendieron a hacer una música revolucionaria en los EEUU, y después la trajeron aquí. Pero el éxito se empaña por una trama de corrupción como presidente de la SGAE, hace 7 años, de la que quiere defenderse.

Acaba de recibir un premio Apolo de Honor por su carrera, que sigue activa todavía, esta vez para demostrar su inocencia. “Algunos decretaron mi muerte civil y como este país es un país escaso de compasión, es fácil quitarse de en medio a alguien”. Por suerte dice el artista, “la música ha venido a mi rescate porque este premio me lo han dado mis compañeros”.

Afirma Bautista que “la música no es un entretenimiento” porque compromete al músico en un proceso muy largo y complicado. “Necesito que cada minuto se convierta en un acto de reafirmación y no romper el vínculo que sembró mi madre”. Y es que su madre tocaba las teclas de un piano que iba cultivando su pasión por la música.

Los Canarios fueron pioneros en todo. Pioneros en tener una sección de vientos, pioneros en el rock sinfónico. Y quizá por eso, Teddy Bautista defiende los derechos de autor. “La propiedad intelectual es una cuestión de estado”, y afirma que “es el cordón umbilical entre el artista y su canción”, y esas canciones “son los tesoros de un país”. Los Canarios, siguen siendo un grupo de culto fuera. ¿Y dentro? Como decía Teddy Bautista, con la escasa compasión que tenemos, es fácil quitarse también el buen recuerdo.