Todo empezó en una habitación con su hermano mayor. Le dijo: “De mayor quiero ser cocinero”. Su hermano le miraba incrédulo. Esa era una profesión muy dura. Pero Jordi Cruz ha focalizado toda su vida en eso, y ahora está al frente de 4 restaurantes, tiene 3 estrellas Michelín, y es uno de los jueces del programa estrella Masterchef.

El secreto asegura que ha sido “pelar muchas cebollas, y cortarlas de todas las maneras posibles” y afirma que “ha estropeado muchos pescados hasta saber qué hacer con ellos”. Porque el proceso creativo va mucho más allá de un buen sabor. “Estoy en ese punto en que puedo hacer lo que me da la gana”, pero debe pensar en todo. Incluso en la paleta de colores del plato.

La tercera estrella de AbaC, llegó cuando más relajado estaba. Porque “me había acostumbrado a esperar”. Esperar a que llegue ese cliente misteriosamente maravilloso que “come, no pone pegas, es agradecido y si dice algo es para hacerte crecer”, habla así del esperado inspector de Michelín.

Sobre su papel en Masterchef, admite que es algo impostado, y que la mejor lectura es la de pensar que la presión que transmite es la misma que se exige a sí mismo. Reconoce en Herrera en COPE, que esa exigencia le viene de su padre, un hombre que en secreto recopiló todos los recortes de periódicos sobre sus éxitos, pero sin decírselo.

Dice Jordi Cruz que un cocinero tiene que cumplir las expectativas: “primero las volteretas y luego los saltos mortales”. Lo que ocurre es que él ya va, por el triple tirabuzón.