Habían pasado dos décadas desde que España alcanzó la penúltima ronda del torneo y Austria, una selección debutante, era una rival superable para igualar ese récord. Además, la derrota de Alemania en cuartos de final abría el camino hacia la final y se abrían las puertas a más sueños.
El todopoderoso equipo germano, campeón de las seis últimas ediciones, cayó antes de tiempo y tanto España como Austria vieron una rendija abierta para la final con un enfrentamiento previo ante el verdugo de Alemania, Dinamarca.
España llegó a la cita con sólo tres puntos en la fase de grupos después de ganar a Portugal y de perder ante Inglaterra y Escocia. Los resultados no invitaban al optimismo, pero la derrota ante las escocesas fue medio gratificante por el buen juego que desplegó el equipo de Jorge Vilda.
Pese a esas buenas sensaciones, aún había carencias que mejorar, como la falta de acierto goleador y algunos problemas defensivos que causaron problemas en algunos instantes del torneo.
Un partido de control mutuo tremendamente aburrido que acabó yéndose a la prórroga. En ella, todo siguió igual y los penaltis decidieron el destino de España.
Silvia Meseguer, una de las mejores de la selección a lo largo del torneo, tuvo la mala suerte de fallar el penalti que dio la victoria a Austria. Se lo paró la portera austríaca. Olga García, Amanda Sampedro y Marta Corredera acertaron. Sus rivales marcaron sus cinco lanzamientos y España se quedó al borde de igualar las semifinales de 1997, su mejor registro nunca visto. Y así seguirá.