¿Existe el hombre o la mujer de tu vida? ¿existe la media naranja perfecta? ¿de qué depende? ¿cómo se sabe si es un amor pasajero o el de verdad? Son preguntas que todo hijo de vecino se ha planteado alguna vez en su vida. El amor es el sentimiento más universal, y como tal, es lógico que una persona, en un momento determinado, se plantee esta serie de cuestiones. Está claro que lo de las mariposas en el estómago, las miradas, las sonrisas, letras de canciones... forman parte del imaginario colectivo cuando uno comienza una relación con una persona. Todo es amor, todo es bonito, todo es un jardín de rosas, como reza la genial canción de Duncan Dhu. No ves nada más a tu alrededor y el mundo se para en torno a tu pareja. Pero claro, llega un momento en el que esa mecha idílica se apaga -no, no dura eternamente- y toca buscar otro tipo de 'enganches' para que ese amor, aunque de otra manera, sea duradero.

Pasan los meses, o años, y esa bonita sensación comienza a diluirse. Los expertos suelen situar este apagón de mariposas entre los 7 y los 10 años. No necesariamente pasa en esa franja de tiempo, puede ser mucho antes o después. Esto no quiere decir que ya no estés enamorada de esa persona, sino que, como todo en la vida, el amor tiene sus ciclos y no siempre vas a estar como al principio. Para el psicólogo Rafael Palazón, sí que existe esa media naranja, aunque no como señala el propio ejemplo: "Quizá sí, seguramente sí, pero no como sugiere este símil. Dos medias naranjas se parecen mucho y juntas forman un todo, digamos 'redondo'".

Luego está la cuestión de si la persona a la que buscas o estás con ella tiene que ser igual que tú o, por lo menos, parecido. Ya sea en tu forma de ser, de pensar, de actuar, y ya en un plano más superficial, de vestir. Si piensas que lo correcto es encontrar a una persona igual que tú, estás en la postura incorrecta, como señala Palazón: "En las relaciones afectivas la similitud entre las partes no suele ser una garantía, al revés, cuando más se parecen dos personas, menos probabilidad hay de que su relación funcione". O sea, que a buscar una persona que no se parezca mucho a ti. Sin embargo, el ser humano trata de llenar el vacío que tiene, o la parte que le falta, una persona que le complemente. Aquí, Rafael Palazón deja claro que "en el fondo buscamos, consciente o casi siempre inconscientemente, aquello que nos falta, lo que nos complementa, y nos gusta aportar lo que somos a la otra persona, lo que ella no tiene. Todo esto referido al carácter, a la forma de ser, a los principales rasgos de la personalidad".

Una vez unidas esas dos medias naranjas, ¿qué pasa con el amor? ¿Es para siempre?

Encontrada esa media naranja, que no es poco, llega lo más difícil: que ese amor perdure. Aunque es un símil manido, la comparación con una planta que hay que regarla todos los días es la más adecuada. El amor hay que cultivarlo, sin pasarse, pero tampoco todo lo contrario, sino buscar un término medio. El exceso de amor, a veces, no es bueno. Tiene que ser productivo, que vaya hacia arriba, y así lo deja claro el psicólogo Palazón: "Si se consiguen sentar las bases de un amor productivo, que crece, que pasada la fase de enamoramiento, se desea continuar con un proyecto en común. Si se trabaja en ello, si ambas partes cuidan y miman eso que están construyendo entre los dos, entonces será posible".

Para superar esa fase tan intensa y se empiezan a construir las bases de una relación para siempre, hay que superar, como mínimo, esos 7 años. Algunos, incluso, los 10 de convivencia para alcanzar el amor para toda la vida, según Palazón: "De hecho, hay una barrera, que se suele establecer entre los 7 y los 10 años de convivencia, que si se supera con cierta nota, suele ser una garantía fiable para casi asegurar una estabilidad y un “juntos para siempre”.