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Nowak, el ciclista polaco que recorrió África en los años 30

Concha Barrigós.

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 17:05

Concha Barrigós.

Nadie podía entender qué hacía un ciclista polaco en medio del desierto africano, ni los que lo veían ni los que lo leían en la Europa de los años 30. Por eso, cuando Ryszard Kapuscinski descubrió a Kazimierz Nowak cayó "fulminado" por un texto que ahora Ediciones del Viento ha conseguido publicar en español.

No es que "A pie y en bicicleta por el continente negro", testimonio de una proeza sobrehumana, sea la primera vez que se publica en español -a la venta, desde el próximo día 21-; es que se trata de la primera que se publica en otro idioma distinto del polaco, "aunque hay una versión, en galeradas, en inglés", precisa en declaraciones a EFE su "orgulloso" editor, Eduardo Riestra.

Llevaba años, explica, "persiguiendo" este texto, es decir, los diarios y fotos del viajero, porque había visto imágenes de Nowak (Stryj, 1897- Poznan, 1937) en bicicleta, pero, cuando cayó en sus manos la traducción inglesa del libro polaco, editado en 2000, se quedó "impactado".

Llegó a un acuerdo con el Instituto Polaco, que subvencionó la traducción al español, a cargo de "los excelentes" Jerzy Slawomirski y Anna Rubió, y el resultado, afirma, es "lo mejor" que ha editado nunca, "un texto tan potente" que ya ha recibido el Premio de la Sociedad Geográfica.

"Es la obra de un humanista, no de un perroflauta de los años 30. Es un tío muy solvente culturalmente. Cuando la situación económica desesperada que tenía en Europa le animó a emprender su aventura, él ya había leído muchísimo de viajes y sabía mucho de África, por no mencionar que sabía muchos dialectos e idiomas".

Con un "capital inicial" de 15 eslotis, una pluma y una cámara, la aventura en solitario a "lomos" de su vieja bicicleta, caballo y dromedario, a pie y en canoa, empezó el 26 de noviembre de 1931 y duró cinco años y cuatro semanas.

El "temerario y loco" viaje, como el propio Nowak lo describe, terminó tras recorrer 40.000 kilómetros, de norte a sur y vuelta, de Trípoli (Libia) al Cabo de las Agujas (Sudáfrica), el punto más meridional del continente, pasando por El Cairo y terminando de nuevo en Argel tras conocer a los tuareg, los felah, los shilluk, los watusi, los pigmeos y los hotentotes.

Para la prensa escribió sobre la belleza de lo que veía pero sin ocultar su espanto por los lugares inhóspitos o el colonialismo y a su familia le contaba lo mucho que les añoraba y su esperanza de que sus sacrificios generaran los ingresos que tanto necesitaban.

Durante ese tiempo, cada vez que recalaba en algún poblado con telégrafo mandaba a su mujer sus crónicas y fotografías, que ella vendía a la prensa polaca, y él recogía carretes nuevos y neumáticos Stomil, su único "sponsor".

"Refleja un África interesantísima. En una época en la que se habla bien de los fascistas de Mussolini, él ve el África del hambre, el Congo, Sudáfrica, la explotación de los diamantes y es muy crítico con eso", dice Riestra.

Nowak, un oficinista apasionado por los viajes y la fotografía, "tiene una visión tan moderna del mundo, es tan progresista... Es increíble y fantástico todo lo que cuenta en el libro", de 558 páginas y con 190 fotografías.

Su hija, Elzbieta Nowak-Gliszewska, publicó un cartapacio con sus fotos, 300 de las 10.000 que hizo, en 1962, pero los textos estaban desperdigados por la prensa de los años treinta.

Un periodista polaco, Lukasz Wierzbicki, al que su abuelo, Jozef Wisniewski, le contaba que los había leído, los fue recuperando y reunió las 400 páginas que se publicaron en 2000.

Kapuscinski lo leyó y les escribió entusiasmado y, a partir de ahí, se puso en contacto con el sobrino, y el texto se reeditó ampliado con material que tenían sus familiares.

Nowak pasó muchas calamidades, estuvo a punto de morir varias veces... "¿Qué ganaba con un viaje que cada día traía la sed, el sol insoportable o los aguaceros; con estar separado cinco años de su familia y regresar con 40 años igual de pobre que se fue?", se pregunta Wierzbicki en el prólogo del libro.

Bajo el cielo africano, explica, fue feliz "por haber permanecido fiel a sus sueños, que consiguió sin ayuda de nadie y sin malgastar un solo día en miedos, iras o rencores".

Nowak contrajo en su viaje "las cinco malarias que hay", pero murió de una neumonía que adquirió en el hospital en el que le operaron de una rodilla.

"Su hazaña merece una entrada en los diccionarios biográficos y las enciclopedias al lado de personajes como Stanley o Livingstone. En los años 30 del siglo XX dio una lección de cómo tratar al Tercer Mundo y a sus habitantes", aseguró Kapuscinsky en 2006 al descubrir en la estación de Poznan la placa que recuerda al primer y último hombre en atravesar África en bicicleta.

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