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Albacete en Las Ventas

PLATA O PLOMO

La plata puede esperar, el plomo acudió gris como los astados. Morena tez y cárdeno cabello. Colosal zurda y eximia su espada. Volvió Luis Bolívar a Las Ventas, su plaza en España. La plaza de los toreros. Luis Bolívar es torero. Torero de Madrid.

Foto toros

Julio Martínez Romero

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 08:53

Poderoso con el capote, se hizo dueño de la escena el de Cali y no dejó al toro desarrollar sentido, algo habitual en estos encastes tan demandados por los aficionados y tan denostados por las figuras -bendito el día que cambie la ecuación-. Las canas del torero comulgaron maravillosamente con la también canosa pinta de sus oponentes. Lástima que en esta época de toreo rutinario el aficionado este ávido del gozo que produce ver un toro arrancarse al caballo de largo. Lástima que para vivir ese momento que fue decano del toreo de hoy tengamos que recurrir a estos desafíos ganaderos, como si el toreo fuese una competición. Competencia si, pero no competición. Serán sinónimos en su forma pero no en su fondo. La competencia en la plaza es necesaria, es el fondo de la fiesta, con permiso del toro. Y así fue, fondo tuvo la tauromaquia dominical de Bolívar. Hace poco hablaba de la torería de mi paisano Andrés Palacios y de lo difícil que es torear casi con cada glaciación. Por desgracia, el torero caleño camina por la difícil y congelada vía del toreo por fascículos. A edición por año. Se hizo torero en casa de Victorino, con los grises aprendió y con dos grises demostró ayer que jamás se fue. Desapareció de los carteles pero no de la órbita, porque Bolívar sigue presente. Y donde más se pudo ver que el hastío taurómaco no afectó al torero fue en la espada, porque Luis mató a sus dos toros. Así, mató a sus dos toros. No se puede decir más claro. La definición de matar un toro la enunció ayer Luis Bolívar. Que no sea papel de fumar y pueda dejar más estocadas para firmar un pergamino de contratos. Porque a tenor de lo vivido en Las Ventas, Bolívar merece contratos.

Cateto se llamaba su primero, algún tonto -hablando generosamente bien- pensó y cantó a viva voz que eran tocayos toro y torero… para cateto él. Pero allí se plantó el colombiano con su muleta y su espada y le dejó claro que el único Cateto calzaba leña como para pasar un invierno en Siberia. Estuvo bien, muy bien. Y sí, perdón si me repito, pero resulta muy curioso que un torero que no torea prácticamente nada resuelva la papeleta con tamaña solvencia. En ocasiones pecó de oficio, algo muy reseñable cuando enfrente tienes un toro de estas características, y mi amigo Lorenzo me entenderá cuando lo lea. La cuestión es que me entiendan todos. Y para entendernos y comulgar todos a la vez, qué mejor que hablar del toreo de Bolívar.

Pureza en cada paso, el envite en su sitio, la muleta por el palillo y la sangre del burel coloreando cual lienzo el terno del torero. Así es el toreo, o así me lo explicaron, porque está claro que en Madrid hay varios aprendices de Cossío. Benditos unos y benditos otros. Bendita plaza Madrid que reunió un puñado de aficionados con ganas de toros. Toros hubo en la plaza, pero hoy también hubo toreros. Luis Bolívar dignificó la palabra torero, Luis Bolívar dijo el toreo ayer en Las Ventas.

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