Los alemanes han vivido un fin de semana de terror, de dolor y  desconcierto. Hace solo unas horas se ha producido el tercer ataque de la semana en Baviera, el cuarto en todo el país. Todavía no está clara la naturaleza de esta plaga de violencia.La matanza masiva del viernes en la que murieron 9 personas en Múnich parece la obra de un adolescente perturbado. En los otros tres ataques los protagonistas han sido refugiados acogidos por la generosidad alemana, que no parecen responder a órdenes de una organización terrorista. El suicida de este domingo, que ha causado varios heridos y que podría haber provocado un baño de sangre, parece un desequilibrado sirio enfadado porque no se le haya dado asilo. Y el asesino de una embarazada parece haber sido el protagonista de un crimen  de violencia machista.Aunque no estemos ante actos de terrorismo de una organización islamista, es lógico que esta violencia protagonizada por refugiados abra un debate sobre la política de asilo de Merkel. Es profundamente injusto que alguien a quien se le han  abierto las puertas y se le ha dado asistencia te golpee o no respete reglas elementales de nuestra forma de vida. El debate que esta situación generará, lamentablemente, no va a ser sosegado. Hay elecciones pronto y hay partidos y movimientos en Alemania que quieren echar la culpa de todo  a los inmigrantes y  los refugiados. A Alemania han llegado un millón de refugiados. Seguramente hay cosas  que corregir en su integración. Unos pocos han deshonrado la hospitalidad con la que se les ha recibido, pero eso no significa que la hospitalidad sea un error.