España vive hoy una jornada que en plenitud de sentido se puede calificar como histórica. El pueblo español, sede natural de la soberanía,  está demostrando que está con sus Reyes, y los Reyes de España, símbolo de unidad y de permanencia, están haciendo evidente su vocación de servicio al pueblo español. La sobriedad del acto de abdicación de don Juan Carlos, rubricada ayer con la firma de su última ley, ha escrito un hito más de la historia de nuestra nación pluricentenaria. El pueblo español asiste a algo más que un proceso de continuidad institucional; estamos siendo testigos de la solidez en la que se fundamenta uno de los pilares básicos de nuestro Estado y que tiene, en la persona de Su Majestad el Rey Felipe VI una referencia ineludible. El ejercicio de los derechos y deberes fundamentales y de las libertades públicas tiene en el nuevo Rey un árbitro y un valedor. Don Felipe representa la continuidad renovada de la historia de España como una gran nación dispuesta a afrontar, con esperanza y conciencia, una nueva etapa en paz, libertad y progreso. Las diversas tradiciones culturales y espirituales, entre ellas la tradición católica, que han conformado la cultura y la sociedad española en su identidad misma, constituyen una valiosa herencia de la que podrá nutrirse el nuevo Rey, llamado a su vez a conservarla y promoverla.