Cuando ya están próximos a cumplirse dos años de guerra civil, Siria sigue en su laberinto de violencia sin que nadie encuentre una salida que conduzca a la paz. La propuesta de un « diálogo nacional » hecha por el presidente Al Asad este domingo, después de siete meses de silencio, ha sido de inmediato rechazada por la coalición de fuerzas de la oposición en el exilio, que mantiene su exigencia de disolución del régimen como premisa para una reconciliación nacional. El plan de paz propuesto por Asad no tenía la menor posibilidad de abrirse camino porque no reconoce a esa coalición como interlocutora a pesar de los apoyos recibidos por la comunidad internacional. Muy al contrario la considera una banda de asesinos pagados y armados por potencias extranjeras con un objetivo inmediato de dividir Siria en dos. Cuando en días pasados renovaba su llamamiento a la paz en Tierra Santa, Benedicto XVI señalaba el meollo del conflicto sirio al desear que brotase la verdad para la población de Siria, profundamente herida y dividida por una guerra que no respeta siquiera a los enfermos y cosecha día tras día víctimas inocentes. Una verdad dramática que es el enfrentamiento entre chiíes apoyados por Irán, y sunníes apoyados por las Monarquías del Golfo. Difícil tarea la del mediador de Naciones Unidas, Lajdar Brahimi que se reune mañana en El Cairo con el jefe de la diplomacia iraní. Un paso previo al encuentro que deberán mantener en breve Estados Unidos y Rusia, los únicos  que podrían forzar un  alto el fuego.