Creyendo ser llamado a las misiones, San José Cafasso, al que la Providencia puso en el camino de Juan, le hizo ver que su apostolado estaba en los barrios más necesitados, poniéndole en contacto con ellos. Pronto Don Bosco advertiría la miseria de los jóvenes y adolescentes, comprendiendo que el Señor le impulsaba a dedicarse especialmente a ellos. La incultura que sufrían, así como la mala costumbre de robar y hacer daño que habían adquirido, hace que trate de instruirles en la educación espiritual y humana. Es entonces cuando se fragua un nuevo camino de santificación que Cristo iba a abrir en la Iglesia a través de él: los salesianos. El carisma de esta Congregación extendida por todo el mundo, trataría de trabajar desde la formación en la Fe y la vida de tantos chicos que andan sin rumbo, como ovejas sin pastor. Ante tantos problemas que agobian a la Iglesia de entonces, él ofrece luz para resolverlos desde sus escritos. Muere en 1888.