Posteriormente habría más dificultades a las que hubo de enfrentarse Clemente I. El Pontífice envió una carta excelente por mediación de Claudio Efebo, Valerio y Fortunato, que se considera la más antigua que se conserva de un Pontífice, después d elas Cartas de San Pedro. En ella propone, la caridad fraterna como el único remedio para salvar las divisiones y poder alcanzar la unidad entre todos. Su Papado al frente de la Iglesia duró diez años y es el tercer sucesor de Pedro después de Lino y Cleto. Su nombre también se halla incluido en el Canon Romano y aparece en algunos calendarios. Emparentado según las actas con los nobles del Imperio, no faltan aquellos que aseguran que procede de familia pagana convertida al cristianismo. Lo cierto es que conoce perfectamente las Sagradas Escrituras y que posee un gran espíritu de oración. Sus frutos son una innumerable conversión de personas. Molestas las autoridades, le obligan a adorar a los ídoles. Ante su negativa, le arrojan con un hierro al mar. El objetivo era que no se pudiese recuperar su cadáver. Muere, por lo tanto, mártir en el siglo I. Una ola le devuelve a la tierra y los cristianos le dan la sepultura debida. El año 860 San Cirilo y San Metodio llevan sus restos a Roma. Iconografía: Se le representa entronizado en su Sede Papal con la palma del martirio. Otras imágenes y cuadros escenifican el momento en que es arrojado al mar. Otros Santos: Silvano, Felícitas y Lucrecia.