Este viernes se ha celebrado en Los Inválidos un homenaje a las 130 personas asesinadas en París hace dos semanas. La ceremonia ha sido un memorial civil en el que Hollande ha prometido destruir el Estado Islámico. Ha sonado la Marsella y en todo el país han ondeados muchas banderas nacionales. Francia busca una respuesta unitaria tras haber sido golpeada por el terror: siempre que un pueblo sano se enfrenta a un drama busca en su identidad respuestas, apoyo y sostén. Pero esas referencias de identidad nacional tienen que reflejar una vida  consistente, capaz de afrontar y responder a la barbarie. Los franceses y todos los europeos, ahora que han pasado algunos días, estamos llamados a revivir nuestra identidad más verdadera. En demasiadas ocasiones los valores europeos se han convertido en iconos de la nada, en envoltorios genéricos e insustanciales. Esta crítica supone la mayor lealtad a nuestra historia y a nuestra civilización golpeada por la barbarie terrorista.   Hoy en Europa hacen falta propuestas de sentido, porque nuestra vida común no puede reducirse solo al mercado y al Estado. Es verdad que hablamos de tolerancia, de derechos humanos, de fraternidad. Pero todas esas palabras no pueden ser abstracciones, deben reflejar la vida real de las personas y de sus comunidades.