Jorge Bergoglio dedicó su discurso a lo que denominó el "catálogo de las virtudes necesarias" que debe tener la Iglesia, entre las que incluyó la "ejemplaridad para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio". También habló de la honestidad y afirmó que "quien es honesto no tiene miedo a ser sorprendido, porque nunca engaña al que confía en él". "El honesto nunca maneja a las personas o las cosas que se le han confiado administrar, como hace el 'siervo malo'. La honestidad es la base sobre la que descansan todas las otras cualidades", dijo el papa. Rechazó "sobrecargarse acumulando cosas inútiles" o dejarse "dominar por la ambición", y mencionó la misericordia como "la prueba de la eficacia, de la eficiencia y de la autenticidad" de la labor de la Curia, un valor que guía el Jubileo Extraordinario que comenzó el pasado 8 de diciembre. Citó la espiritualidad y la humanidad, y también la fidelidad, la racionalidad y la amabilidad. Habló de la inocuidad para decir que es el valor que "capacita para abstenerse de acciones apresuradas e impulsivas" y señaló como otras "virtudes indisolubles de la existencia cristiana" la caridad, la verdad, el respeto y la humildad. "Recemos para que quien ha fallado se arrepienta y pueda reencontrar el buen camino"