El primer Ministro turco Tayip Erdogan ha confirmado desde Túnez que no piensa variar sus proyectos urbanísticos para la ciudad de Estambul. En el origen de las protestas que vive Turquía desde hace una semana está el derribo de unos árboles para la construcción de un centro comercial y una mezquita. La dureza de la carga policial, los muertos y los miles de heridos no han hecho más que avivar el rechazo al gobierno autoritario de  Erdogan. Los manifestantes proceden de sectores sociales e ideológicos distintos pero opuestos a lo que entienden como una política de islamización forzada. El crecimiento económico y el papel protagonista de Erdogan en la escena internacional no son suficientes. Parece que la fórmula islamista hace aguas, y los manifestantes encuentren un símbolo en la figura de Ataturk, padre de la Turquía moderna.Es difícil predecir qué pasara en Turquía. Puede abrirse camino una vía democrática pero también pueden acabar triunfando los sectores políticos más reaccionarios. Erdogan tiene en sus manos la posibilidad de reorientar su política y conseguir que Turquía siga siendo el país más estable de la región, algo que interesa tanto a los turcos como a los europeos. En realidad esta crisis va a desvelar el verdadero rostro de los actuales líderes turcos, que en muchas ocasiones han jugado a la ambigüedad.